Bancos centrales y organismos internacionales hablan de la peor crisis económica en casi un siglo. Los muertos por coronavirus en Estados Unidos superan los 120.000. Más de 40 millones de estadounidenses han perdido el empleo. Y el repunte de la epidemia está en marcha en más de la mitad de sus estados. Pero el pasado martes, el mismo día en que la primera potencia mundial registró una de las cifras de contagios más altas desde que comenzara la pandemia, el Nasdaq batió su récord histórico para cerrar la jornada por encima de los 10.130 puntos. La marca del índice tecnológico dejó nuevamente atónitos a algunos analistas: ¿cómo puede ser que las bolsas estén de fiesta mientras se hunde la economía y el luto recorre el país?

El Fondo Monetario Internacional habla de una desconexión entre los mercados financieros y la evolución de la economía real, un fenómeno que preocupa al organismo multilateral. En su último informe, que actualiza su análisis financiero presentado en abril, el Fondo advierte que esa desconexión podría poner en peligro la recuperación prevista para el año que viene si el apetito de los inversores por los activos de riesgo se desvanece súbitamente. No ha sucedido por el momento, pero sus analistas no lo descartan si la recesión se alarga más de lo previsto por los inversores, si hay un segundo brote del virus o si el grifo de liquidez de los bancos centrales dura menos de lo anticipado. Y las consecuencias no serían bonitas.

Semejante escenario podría provocar una súbita contracción de las condiciones financieras y, por tanto, restricciones del flujo del crédito a la economía real, afirma el consejero financiero del FMI, Tobias Adrian. Precisamente en el momento que más liquidez necesitan empresas y hogares para hacer frente al parón económico de los últimos meses. El estrés financiero podría empeorar la que es ya una recesión económica sin precedentes, dificultando todavía más la recuperación. No es la primera vez que se manifiesta esa desconexión entre el mundo financiero y la economía real, aunque sus dimensiones actuales han dejado a muchos perplejos. Es la mayor desconexión que recuerdo desde que trabajo en los mercados hace casi un cuarto de siglo, decía a principios de mes a Market Watch el analista de Weiss Ratings, Mike Larson.

De acuerdo con el FMI los mercados de capitales han recuperado de media el 85% del valor que tenían a mediados de enero, antes de que la pandemia empezara a trastocar significativamente la vida en el mundo. Marzo fue su mes negro, pero en países como Estados Unidos parece completamente olvidado. El Fondo atribuye la bonanza bursátil a la lluvia de liquidez aportada por los bancos centrales para evitar que la crisis sanitaria degenerara también en una crisis financiera. Una cifra que solo en el Grupo de los 10 asciende a 6 billones de dólares.

Las acciones de los bancos centrales han disparado el apetito por el riesgo, señala su informe. Pero también lo explica por la confianza que aparentemente tienen los inversores en una recuperación fulgurante, una idea que el propio FMI no se atreve a aventurar. Parece que los mercados están esperando un rápido repunte en V de la actividad, afirma. En parte porque parecen estar apostando por la continuidad de las medidas sin precedentes de los bancos centrales.

La pandemia ha puesto al descubierto otras vulnerabilidades, como la deuda de los hogares y las empresas. Esta última está en récords históricos en relación al PIB y podría tornarse inmanejable para una parte del sector si la situación sigue empeorando o si el crédito se restringe de forma súbita, según el Fondo. Este deterioro de los fundamentos económicos ya ha provocado el nivel más alto de suspensiones de pagos de deuda corporativa desde la crisis financiera global y hay riesgo de que el impacto se extienda sobre la solvencia de hogares y empresas, asegura su informe presentado esta mañana en Washington.