La propuesta para tasar con un impuesto mínimo global los beneficios de las multinacionales sigue sumando poderosas adhesiones. La economista jefe del Fondo Monetario Internacional ha mostrado este martes todo su respaldo a la propuesta que se negocia en el marco del G20 y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), una medida que podría contribuir a aumentar significativamente la recaudación fiscal de los gobiernos de todo el mundo. “Nos preocupa mucho que exista tanto dinero sujeto a la deslocalización fiscal, la elusión de impuestos y el envío de fondos a paraísos fiscales”, ha afirmado Gita Gopinath. “Desde hace tiempo estamos muy a favor de un impuesto global mínimo para las corporaciones”.

El Fondo no ha adoptado todavía una posición sobre cuánto deberían pagar las multinacionales que operan fuera de las fronteras de su país de origen, recurriendo a toda clase de argucias para reducir al mínimo su factura tributaria. Pero Gopinath ha subrayado que esas prácticas “reducen la base fiscal que permite a los gobiernos recaudar ingresos para invertir en el gasto social y económico que se requiere en momentos como este”. Hace dos años, el FMI estimó apoyándose en varios estudios que la fiscalidad offshore les cuesta colectivamente a los gobiernos de todo el mundo entre 500.000 y 600.000 millones de dólares al año. Las 500 mayores empresas estadounidenses tenían en 2017 una cantidad estimada de 2.6 billones aparcadas en cuentas offshore.

Y no solo es un problema derivado de las prácticas empresariales. Un estudio de la Universidad de Berkeley sostiene que las grandes fortunas tenían aquel mismo año 8.7 billones de dólares en paraísos fiscales.

Optimismo sobre un acuerdo

Las perspectivas para alcanzar un acuerdo global a este respecto han mejorado notablemente desde que Joe Biden se hiciera con la presidencia de Estados Unidos. Esta misma semana su secretaria del Tesoro, Janet Yellen, hizo un firme llamamiento para adoptar el impuesto mínimo global. “Es importante acabar con las presiones de la competición tributaria”, dijo Yellen. Su país ya tasa con un 13% los ingresos de las multinacionales en el extranjero, pero pretende aumentarlo hasta el 21% y busca ahora un pacto global para armonizar la tributación offshore.

La posición de la nueva Administración contrasta radicalmente con la de Donald Trump, quien defendió que el asunto quedara a discreción de cada país, una postura que hizo perder fuelle a las negociaciones auspiciadas por la OCDE, en las que participan 140 países. El vuelco estadounidense llevó el martes al ministro francés de Finanzas, Bruno Le Maire, a afirmar que el acuerdo está ahora al alcance de la mano. “Un acuerdo global sobre la tributación internacional es ahora posible. Debemos aprovechar esta histórica oportunidad”.

El cambio de paradigma es muy significativo. Atrás está quedando poco a poco la mentalidad económica imperante desde los años ochenta, basada en la idea de que cuantos menos impuestos paguen las grandes empresas más aumentará la inversión productiva y el empleo. Un mantra que, como se ha comprobado en EE UU, raramente se ajusta a la realidad. En 2017 Trump bajo el impuesto de sociedades desde el 35% al 21%, argumentando que serviría para estimular la actividad económica. “Cuando te fijas en los datos, el impacto sobre la inversión no fue muy grande. De hecho fue algo más débil de lo que esperábamos”, dijo el martes la economista jefe del FMI.