La reforma laboral del PP permitió que España recuperara con rapidez los niveles de empleo que tenía antes de la crisis económica, pero lo hizo a costa de incrementar la pobreza entre sus trabajadores. Este es el balance que ha hecho público el Fondo Monetario Internacional (FMI) ocho años y dos días después de que el Congreso aprobará en febrero del 2012 el último gran rediseño de la normativa laboral hasta ahora vigente. Y llega en los prolegómenos de la derogación de dicha reforma laboral por el nuevo Gobierno; con un mercado laboral que ha rebasado los niveles de ocupación previos a la crisis, pero no así la calidad de la misma.

"Hemos encontrado evidencias contrastadas de un impacto positivo de las reformas laborales en la creación de empleo", afirma el FMI en su informe. En este sentido, el organismo define los cambios legislativos introducidos por el Ejecutivo de Mariano Rajoy como un revulsivo para el empleo. Este venía en caída desde el 2008 y con una capacidad para ingresar a nuevos ocupados al mercado laboral muy débil.

Y, si bien en el momento en el que el PP puso en marcha su reforma el PIB se reenganchaba a la senda del crecimiento, la salida de la crisis del empleo, en términos cuantitativos, no hubiera sido igual sin esta. Los autores del estudio del FMI estiman que la ocupación hubiera crecido con una intensidad cuatro veces inferior si no se hubieran aplicado los cambios normativos del PP. Lo que, a su vez, contribuyó a evitar que la pobreza aumentara en el conjunto de la sociedad.

No obstante, el FMI también señala que ese revulsivo no fue igual para todos los colectivos y que los jóvenes, sí especialmente precarizados por los cambios legislativos, no consiguieron reincorporarse con el mismo vigor al mercado de trabajo. Y tampoco fue inocua en lo que a las condiciones respecta. Las medidas del PP "han inducido a un deterioro de la media de horas trabajadas, la pobreza laboral y posiblemente también el trabajo a tiempo parcial de manera involuntaria", señala el informe.

MENOS TRABAJO, PERO MÁS REPARTIDO

Es decir, la ocupación se ha recuperado no creando más trabajo, sino repartiéndolo; principalmente en el caso de aquellas profesiones menos cualificadas. Lo que ha provocado que una parte del trabajo perdiera su rol como integrador social. Pues si bien esa recuperación exprés del empleo perdido evitó que la pobreza se incrementara en el conjunto de la población; la paupérrima calidad de la misma sí aumentó el riesgo de exclusión social entre los trabajadores.

La media de horas trabajadas en España ha continuado su declive después de los primeros impactos de la crisis y durante la fase de recuperación. En contraposición con la tendencia europea, que en el 2015 volvió a la senda del crecimiento. El FMI estima que, de no haberse implementado la reforma laboral, el número de horas trabajadas actualmente sería el 0,9% superior y no el 0,6% inferior como es actualmente. Así lo reflejan los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del INE, que revelan que el número total de horas trabajadas cerró el 2019 el 5,8% por debajo del nivel del 2008, hasta un total de 639,9 millones de horas a la semana.

Un elemento que destaca el FMI para explicar ese decrecimiento del total de horas trabajadas es el aumento de las jornadas a tiempo parcial. Y ahí señala a los mayores márgenes y flexibilidad que habilitó a los empresarios la reforma laboral. Otro elemento que ha influido en este sentido es la reconversión que vivió la economía tras estallar la burbuja inmobiliaria. Pues el empleo se desplazó de la industria y la construcción hacia el sector servicios, donde es más habitual la fórmula de la jornada parcial. La ganancia de peso de la hostelería, la educación y los servicios sanitarios, con tasas de parcialidad muy por encima de la media, es uno de los argumentos del FMI en este sentido.