El exvicepresidente Rodrigo Rato se ha convertido en una de las primeras autoridades del mundo. El recién nombrado director gerente del FMI ha adquirido rango de jefe de Estado, una categoría superior, incluso, a la de jefe de Gobierno, casi equiparable, en el protocolo, a la del Rey, con una nada despreciable retribución de un millón de dólares al año.

El exministro del PP prestará un perfil más político que técnico al organismo internacional, por primera vez en su historia. El FMI siempre ha optado por tecnócratas. Con Rato, se auguran nuevos enfoques para temas tan dolorosos como los duros planes de ajuste en las economías emergentes o en crisis (Argentina, Brasil...) que exige el FMI a cambio de sus ayudas.

Al tiempo, el exvicepresidente llega a Washington con el argumento de haber logrado el "milagro económico español" a base de recetas liberales tales como privatizaciones, rebajas de impuestos, desaparición del déficit, desregulación de los monopolios, menor presencia del sector público.

El aspecto más inconfesable de su gestión española tiene que ver con la acusación de haber utilizado las privatizaciones de empresas públicas para tejer una casta de empresarios amigos, afines al PP. Pero esta crítica casi resulta doméstica en el emporio de Washington. A Rato, la política le pone a cien y, lo que más, las campañas electorales, el contacto con la gente. No es extraño que hace unos meses, cuando la revista británica The Banker le preguntó sobre la dirección del FMI, Rato respondiera que ese puesto "no era manejable".

Sin embargo, desde que, en la segunda mitad de abril, fue reconocido como director in pectore del fondo, empezó a amoldar el cargo a su propio perfil. Se reunió en Washington con cerca de 40 ministros de Finanzas y gobernadores de bancos centrales africanos, que salieron con la impresión de que "Rato entenderá los enormes problemas de Africa". Tras la reunión, Rato apareció ante las cámaras en charla amigable con uno de sus colegas africanos, a quien palmeaba la espalda, en uno de sus habituales gestos de campaña electoral.

Tras haber sido descabalgado de la carrera sucesoria del PP, tras haber echado el resto en la campaña electoral en apoyo de Rajoy, y tras el inesperado fracaso de los populares el 14-M, el FMI constituye una dignísima salida para quien, dentro y fuera de las fronteras, se convirtió en la cara del "milagro español".

Ya antes del 14-M, Rato no se veía como segundo de Rajoy. Después de la victoria socialista, mucho menos. ¿Y entonces, qué? ¿Diputado de base? ¿Gris eurodiputado en Estrasburgo? ¿De vuelta a los negocios familiares? Cualquiera de estas opciones hubiera sido como un destierro para este "animal político", que siempre se ha sabido el más capaz de entre los suyos para ocupar La Moncloa.

Los avatares de la política han concedido hoy a Rato una salida más brillante que al elegido Rajoy. En las parodias humorísticas de los célebres guiñoles de Canal+, Rato elogia con ironía a Rajoy: "¡Qué bien te veo de jefe de la oposición!," le dice, mientras ambos se relajan en la sauna. "A qué dimito y te aclaman las bases, para que vuelvas," amenaza fastidiado el guiñol de Rajoy. "No, no, por favor," acaba rogando el chinche que representa a Rato.

Al PSOE también le va bien tener lo más lejos posible a tan brillante orador, que ganó el apelativo de "azote parlamentario" durante los gobiernos de Felipe González.

Rodrigo de Rato Figaredo nació en Madrid el 18 de marzo de 1949. Es licenciado en Derecho desde 1971 por la Universidad Complutense, donde obtuvo el doctorado en julio del 2003. También es máster en Administración de Empresas por la Universidad de Berkeley, en California. Diputado desde 1982, desde que el PP ganó sus primeras elecciones, en marzo de 1996, hasta el 14-M ha sido el responsable del área económica.

En este tiempo, uno de los momentos políticos más difíciles coincidió con el caso Gescartera que desveló una trama de fraude y corrupción que implicó a instituciones como la CNMV y al director general de Tributos. El caso salpicó a los negocios familiares de Rato, que guardaban relación con el banco de Gescartera. El episodio se saldó con la dimisión de la presidenta de la CNMV y del director general de Tributos. Rato logró salir ileso.

Unos días antes de abandonar la vicepresidencia

, Rato presentó con íntima satisfacción el cuadro oficial que todo ministro de Hacienda (lo fue entre 1996 y el 2000) tiene derecho a colgar en la sede del departamento. Estaba exultante. "Ahora sólo me falta una plaza en Gijón", bromeaba con respecto a la patria chica de su familia. "Y en Washington", le espetó una periodista malévola en alusión a la pugna por su candidatura al FMI. "Esa plaza es más difícil que la de Gijón", siguió la broma Rato.

Hasta que la UE le designó como candidato europeo al FMI (hay una regla no escrita para que este organismo lo dirija un europeo) el martes pasado, Rato sufrió el rechazo abierto de Francia y Alemania. El eje franco-alemán no estaba dispuesto a premiar a quien se había mostrado inflexible con sus déficits excesivos. Chirac y Schröder apoyaban a un candidato alternativo, el francés Jean Lemierre, y así pagaban la crispación que en los últimos años les dedicó Aznar. Las buenas artes del británico Gordon Brown permitieron tejer el consenso en torno a su amigo Rato.

Después, la retirada de tropas españolas de Irak ordenada por Zapatero volvió a hacer zozobrar la candidatura europea. La Administración Bush estuvo tentada de castigar a España en la figura de Rato. No se ha podido confirmar si la complicidad entre Aznar y Bush sirvió para salvar este escollo final. El vice --como aún le llaman sus colaboradores-- ha cosechado en los últimos años un alto reconocimiento internacional. Es notoria su buena relación con el arisco Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de EEUU: "Las visitas oficiales de Greenspan están cronometradas, duran unos cinco minutos. Con Rato, se encerraban y charlaban. Con él se reía. Siempre que viajábamos a EEUU, Greenspan le hacía un hueco en su agenda", cuenta un asesor. También había buen rollo con el director del Tesoro, John Snow, y en general, con todas las autoridades económicas.

Los colaboradores del exministro dicen que, en Washington, lo que más echará de menos será el contacto con sus tres hijos. Rato está separado de su esposa. También echará de menos la proximidad de sus amigos. Por lo demás, lo que más le gusta al vice es mandar y, ahora, estará en primera línea del mundo para hacerlo.