Emmanuel Macron presentó hace dos semanas un plan ‘histórico’ con el que acude al rescate de un sector clave, el del motor (supone el 16% del negocio industrial y nutre a 4.000 empresas), con la vista puesta en la transformación ecológica y la recuperación de la soberanía industrial francesa.

Para ello prometió una aportación estatal de 8.000 millones de euros. A cambio, los constructores se comprometen a relocalizar la producción de valor añadido y a mantener en las factorías francesas su producción industrial. Renault fue la primera que acudió a la llamada y ya ha firmado un crédito de 5.000 millones de euros, avalado por el estado. Consecuencia mágica de ese apoyo gubernamental fue que las plantas francesas de la marca que podían cerrar en el marco de la reestructuración de la Alianza con Nissan de momento no lo harán.

Otra de las principales patas del ambicioso plan de rescate es incentivar la demanda para que los franceses que pensaban comprar un coche más ecológico no pospongan la compra. El Gobierno dará una ayuda de 7.000 euros a los particulares para adquirir uno eléctrico y 5.000 a las empresas y corporaciones locales. Los híbridos enchufables también entran en el paquete y quien opte por ellos tendrán una prima de 2.000 euros. El plan no olvida a los motores de combustión y para quien tenga una renta inferior a los 18.000 euros puede beneficiarse de una ayuda de entre 3.000 y 5.000 euros para cambiar un coche diésel o gasolina antiguo por otro más limpio (valen diésel y gasolina), tanto nuevo como de ocasión.