Ni la plantilla que tanto esfuerzo ha realizado en los últimos años con la integración de la CAI, ni Ibercaja, que vive una reputación en el sector envidiable y que ha conseguido salvarse de la quema de las cajas, se merecen este ERE. Unos despidos traumáticos en una empresa con 143 millones de beneficios, con una de las mejores solvencia, liquidez y satisfacción del cliente en el sector, con un modelo comercial consolidado y un dinamismo en su actividad, solo pueden hacer daño al banco.