La industria automovilística alemana sigue en el ojo del huracán. Después de que destapasen sonados casos de fraude medioambiental por parte de poderosas empresas como Volkswagen o Daimler, el motor germánico deberá lidiar ahora con un nuevo escándalo. Según ha avanzado el Stuttgarter Zeitung, el sector está bajo sospecha de haber financiado experimentos con humanos y monos a los que se les hizo inhalar gases emitidos por motores diésel con el propósito de determinar los efectos que estos tienen sobre el sistema respiratorio y sobre la circulación sanguínea.

La revelación llega pocos días después de que el New York Times destapase el uso de primates en experimentos realizados en el laboratorio Lovelace Biomedical de Alburqueque (EEUU) y apunta a que entre el año 2012 y el 2015 se condujeron pruebas de inhalación de dióxido de nitrógeno (NO2) con 25 «humanos saludables».

Así figura en los libros de la Asociación Europea de Estudios sobre la Salud y el Medio Ambiente en el Transporte (EUGT, por sus siglas en alemán), un grupo de presión fundado en 2007 por Volkswagen, BMW y Daimler, pesos pesados del automóvil, y la también alemana Bosch, fabricante de componentes indispensables de los vehículos. El propósito de los experimentos era mostrar que con los progresos técnicos las emisiones de motores diésel no tenían mayor implicaciones sobre la salud de los ciudadanos.

La clase política no ha tardado en salir a la palestra a denunciar los hechos. «Esos experimentos no tienen ninguna justificación ética ni científica y obliga a formular preguntas críticas a todos los responsables», aseguró ayer el portavoz del Gobierno, Steffen Seibert. Desde el ministerio de transporte también se han pedido explicaciones a las poderosas compañías automovilísticas del país, el fin de todo tipo de experimentos y se les ha pedido que trabajen en rebajar las emisiones contaminantes de sus vehículos, claves en la bonanza económica de Alemania.

DAIMLER SE DESMARCA

El muniqués Süddeutsche Zeitung, uno de los grandes diarios del país, ha catalogado esta revelación como «otra vuelta de tuerca del monstruoso escándalo del dieselgate». A pesar de que en julio fue destapada su participación en la manipulación de más de más de un millón de vehículos que emitían más gases contaminantes de los permitidos por la legislación europea, Daimler asegura ahora no tener nada que ver con el nuevo escándalo.

La compañía de Stuttgart ha querido distanciarse de esos experimentos asegurando que han lanzado una investigación para esclarecer lo sucedido y denunciando unos estudios del EUGT que, aseguran, «contradicen nuestros valores y principios éticos». Entre el 2008 y el 2016 modificaron sus vehículos para saltarse la normativa comunitaria.

A pesar de que, según figura en los documentos revelados, no se puedo detectar reacción alguna a la inhalación de dióxido de nitrógeno, la exposición continuada a este compuesto químico gaseoso se vincula directamente con enfermedades respiratorias, el florecimiento de alergias e incluso al incremento de la mortalidad.