Nadie debería volver a repetir jamás que una crisis es una oportunidad. Resulta una afirmación complaciente y demasiado distante de la realidad cotidiana de los ciudadanos. Una crisis siempre empobrece, frustra los sueños colectivos, acaba por menoscabar los derechos y dinamita, además, la cohesión social.

Si acaso, la crisis nos ha servido para combatir dos ideas que hasta hace poco parecían axiomas: la tesis de que el mercado se debe regular solo --"el principal problema de las empresas es la tecnoestructura", afirmaba Juan Rosell en una entrevista de Jordi Évole-- y también la quimera de que el crecimiento económico es ilimitado. Deberían preguntar a los 6 millones de parados qué piensan de la autorregulación del mercado. Y respecto a la teoría del crecimiento económico ilimitado, que encontró su maná en la cultura de consumo, empezamos a ser muchos los que apostamos por un desarrollo sostenible.

Otra idea que ha quedado amortizada es aquella que vaticinaba que la revolución tecnológica daría paso a una nueva era de prosperidad económica y pacto social, equivalente a lo que sucedió con la revolución industrial. Hoy sabemos que esto no ha sido así. Y aunque no nos cansamos de repetir que es necesario un nuevo modelo productivo a través de empresas de alto valor añadido, son poco los que se preguntan para qué. Habría que recordar que el uso de las nuevas tecnologías por sí mismo no se traduce necesariamente en un impacto social positivo --Apple tributó aquí solo un 1% de su negocio en España--.

Es obvio que todo avance tecnológico es una oportunidad de progreso, pero también lo es que ha posibilitado la sistematización de procesos reduciendo la mano de obra, o que ha permitido la creación de sofisticadas herramientas al servicio de la economía especulativa detrayendo recursos de la real. Mientras tanto, los problemas a los que nos enfrentamos son de índole social y urge repensarlo todo. Entre todos los vectores sobre los que cabe actuar, el discurso de la innovación social y su figura clave, los emprendedores sociales, se está instalando en las agendas políticas más progresistas. La idea fuerza del nuevo paradigma es personas que innovan con y para las personas.