--¿Cómo es la relación con la nueva ejecutiva de CCOO en Aragón?

--Es buena y cordial. En las últimas semanas he estado varias veces en Aragón, con Julián Buey y sus compañeros y he mantenido varias reuniones con ellos.

--Entonces, ¿se ha puesto fin a las diferencias entre los distintos sectores que quedaron más que patentes en el último congreso?

--Las diferencias en un sindicato deben existir, en cuanto a línea sindical a seguir. Es algo muy habitual en CCOO y positivo, ya que posibilita un debate público. Pero no hay que olvidar que estamos en una organización y que trabajamos para lo mismo. En este sentido, no soy una persona que mezcle lo personal con lo profesional. Somos una organización que respeta los resultados de los congresos. La vida sigue y el trabajo también.

--¿Cómo ve la situación económica de Aragón?

--Creo que en todas las cosas se mezcla lo bueno y lo malo. Según las estadísticas, Aragón es una comunidad con una gran pujanza económica y del empleo. Sin embargo, geográficamente, no toda la comunidad tiene el mismo crecimiento y, además, depende demasiado de iniciativas empresariales muy concretas, como el automóvil, con todo lo que ello conlleva. La Administración y los agentes sociales y económicos deben trabajar para construir un tejido productivo de calidad, que no descanse en uno o dos palos. Con todo, soy optimista y creo que la comunidad aprovecha las oportunidades. Sin olvidar que la economía cambia.

--¿En qué sentido?

--Los retos de la sociedad actual son la competitividad, el empleo y la cohesión. Creo en el diálogo social y confío en que, si seguimos trabajando en la misma dirección, mejoraremos. Las administraciones deben preocuparse de lo que puede ocurrir en un plazo medio. Apostar por un crecimiento sostenible, que lo garantice para la generación siguiente. Hay que reforzar los factores que puedan hacer competitivo al capital humano, y esto conlleva una determinada política económica, fiscal y orientación del gasto público. Nuestro país necesita más productividad, más educación, más cualificación, más I+D+i, pero esto no se compra en un presupuesto. Si no hay eso, tendremos un problema de competitividad. Hay que reforzar el carácter del aparato productivo y parece que este Gobierno ha asumido este reto.

--De alguna forma, la reestructuración de GM, va a afectar a la economía local. ¿Qué papel deben jugar los sindicatos considerando que la decisión es irreversible?

--Los sindicatos en esta empresa siempre han jugado fuerte, con mucha responsabilidad. El sector del automóvil es muy competitivo y al comportamiento sindical no hay nada que reprocharle. Sin embargo, no basta con esto. Las empresas tienen que ser responsables con la sociedad que les ha ayudado a hacer beneficio y mercado. Asimismo, las administraciones deben ser conscientes de que el dinero público tiene que servir para mejorar el bienestar y la cohesión de la sociedad. Que cuando una empresa se instale en la zona, no sea para levantar el vuelo cuando termine el plazo de las subvenciones. Hay que generar un tejido productivo más diversificado, con más valor añadido, para aliviar los efectos de una posible deslocalización.

--¿La globalización hace ver desde España a multinacionales como GM cada vez más lejos?

--La globalización no empezó en el 2000. Antes de aquí, estas empresas estaban en otro sitio. Se instalan donde ven oportunidades y ventajas comparativas. Muchas firmas puedan venir aquí si tienen infraestructuras y capital humano. Además, cada vez son más los gobiernos regionales que regulan los compromisos de las compañías que reciben ayudas. Asimismo, hay muchas voces en la UE que apuntan la necesidad de hablar de política industrial, ya que el mercado no resuelve todo.

--¿Cree que GM, tarde o temprano se irá de Figueruelas?

--No necesariamente. A la hora de tomar estas decisiones, las empresas miran muchos parámetros: dónde están los mercados, si tienen una red de proveedores y un parque industrial que facilite la fabricación de productos, si el capital humano es versátil... Algunas líneas de producción puede deslocalizarse, pero no el núcleo de la empresa. Entiendo que a la firma hay que ayudarla --con una política salarial y laboral responsable desde el punto de vista sindical-- pero como contrapartida debe dar garantías de empleo y de producto. Me gustaría que lo de Figueruelas se resolviera bien porque Aragón aún no ha logrado organizar un desarrollo económico alternativo al automóvil.

--Zaragoza tiene todas sus vistas puestas en la Expo del 2008. ¿Cree que este tipo de acontecimientos suponen un impulso para una economía regional?

--Me gustaría que Zaragoza fuera la sede de la Expo. Estos eventos sirven para que la Administración haga una fuerte inversión en infraestructuras y, por lo tanto, para potenciar la economía local, ya que se generan redes de comunicación que favorecen el desarrollo de las empresas y del mercado. Pero creo que el Gobierno de Aragón, haya o no Expo, no sólo debe cuidar Zaragoza, ya que es una comunidad con fuertes desequilibrios.

--¿Ve correcta la política de inmigración actual?

--Recientemente hemos acordado con el Gobierno, con UGT y con las organizaciones empresariales el Reglamento de la Ley de Extranjería. La aportación del trabajo de la inmigración ha sido una oportunidad para España. Pero no se puede permitir que esta colaboración no se materialice en una inserción laboral y social de los inmigrantes y sí en una franja importante de economía irregular. Esto hay que resolverlo y se ha hecho a través de una disposición transitoria del reglamento que determina que inmigrantes pueden regularizar su situación laboral. Pero esto no resuelve el problema del mercado de trabajo. España tiene una parte del capital humano ocioso: el femenino. Su tasa de paro masculina es similar a la de UE, pero la femenina es mucho más alta. El principal yacimiento de empleo del país, y el que hay que incentivar, es éste.