Este es el primer otoño en el que, después de 51 años, Javier Navarro no ha sembrado sus campos de Alagón. En enero se jubiló. Había hecho cuentas y, como en casa no había relevo generacional, vio que le compensaba traspasar sus tierras y los derechos que conllevan a otro agricultor profesional más joven, y así poder dedicarse a "cultivarse" a si mismo. Pero entiende a quien aprovecha la legalidad para seguir ligado a la actividad, aunque no al 100%, y mantener su renta. "La culpa no es del sector, sino de la Administración. La PAC es una perversión de la agricultura, pero al mismo tiempo no podemos evitarla", sentencia.

Navarro admite que su caso es una excepción y se siente afortunado porque su situación económica le ha permitido dejar de trabajar a los 65 años, aprovechando además un cambio de ciclo en la PAC. Pero añade matices: "Tengo una pensión de 900 euros al mes. Si mi mujer no trabajara y tuviera que depender de ingresos extras, hubiera continuado. Así que puede haber gente con razones para hacerlo, al margen de si es ético o moral". Eso sí, ve "lógico" que, en un arrendamiento, "la tierra y sus correspondientes derechos vayan juntos", al contrario de lo que suele suceder.

El que fuera uno de los fundadores de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA) considera que ha tenido una vida "feliz". Su padre era horticultor --una actividad "dura, muy esclava y poco rentable", define--. A los 12 años dejó de ir a la escuela porque tenía que ayudar en el negocio de ultramarinos de su madre, y a los 14 se subió por primera vez a un tractor: "Era el mayor de tres hermanos y nadie me preguntó qué quería hacer, había que echar una mano a la familia". Recuerda que acompañaba a su padre al mercado central de Zaragoza para vender a los puestos sus tomates de mesa y sus judías verdes. En 1990 asumió una explotación de 50 hectáreas (el 85% en arriendo) en solitario y fue dejando las verduras para pasar al maíz, el trigo y la alfalfa, aunque también hacía pruebas con cultivos como guisantes, habas o colza.

Ahora está "encantado", aprende informática pero sigue el día a día de un sector al que califica de "estratégico", ya que preside la cooperativa San Antonio de Alagón. Navarro es comprensivo con los obstáculos que esgrimen los jóvenes que se incorporan al sector. "Pero aquí no hay ni más ni menos dificultades que en otros, sobre todo durante la crisis. La solución es unirse, reivindicar y luchar, porque las batallas se ganan en los despachos", opina.