Si nos hubiera tocado vivir hace un par de milenios en el antiguo imperio romano, en unos días comenzaríamos a celebrar la Lemuralia. Con aquella fiesta de tres días, que según la tradición había instaurado Rómulo, los romanos trataban de evitar que los difuntos embrujasen sus casas mediante exorcismos. Los pater familias, así, lanzaban a medianoche puñados de habas negras a sus espaldas, mientras golpeaban un objeto de bronce y pronunciaban oraciones. Los inversores parecían ayer inmersos en un ritual similar, pero para ahuyentar los fantasmas de pasados momentos de la crisis de los mercados en que el BCE defraudó sus altas expectativas.

El gran día ha llegado por fin. El organismo presidido por Mario Draghi desvelará hoy tras el mediodía qué medidas excepcionales va a adoptar contra la inflación y la escalada del euro. La mayoría de los expertos augura una respuesta contundente, aunque espera que se deje en la recámara un programa de compra de deuda privada similar al de Estados Unidos (no hay consenso entre los representantes de los países en su consejo para llevarlo a cabo). Pese a que esta es la idea mayoritaria, ayer los inversores prefirieron velar armas y optaron por la prudencia. En línea con el resto de bolsas europeas, el Ibex 35 cayó el 0,2%, hasta los 10.755,6 puntos, mientras que la prima de riesgo se mantuvo en torno a los 145 puntos básicos. El futuro, en cualquier caso, depende de lo que pase hoy.