Sergio Artero tiene 18 años, es natural de Huesca y trabaja como agricultor en la explotación familiar dedicada al cereal. Asegura que nunca se planteó centrar su carrera laboral en otro ámbito que no fuera el campo porque lo ha «vivido desde siempre». Su vinculación a la agricultura comenzó como un juego en su infancia, ya que asegura que su «guardería fue un tractor». Sin embargo, no hay muchos jóvenes como él. Pertenece a una «especie en peligro de extinción».

Ayer paseaba por FIMA maravillado con todo. Su sonrisa le delataba: la agricultura, más que un trabajo, es su pasión. No obstante, reconocía que «el negocio está en decadencia», ya que cada vez se incorporan menos jóvenes. «Yo trabajo en la explotación familiar, empezar con algo propio es muy difícil a pesar de las ayudas», explicaba.

Según aseguró a principios de este mes el consejero de Desarrollo Rural del Gobierno de Aragón, Joaquín Olona, entre el 2016 y el 2017 se incorporaron 834 jóvenes agricultores al campo aragonés. Un dato positivo que contrasta con la despoblación, cada vez más acusada, en el medio rural. Según subrayó el consejero entonces, el 20% de las incorporaciones de esa última convocatoria fueron mujeres. A pesar de ello, la presencia femenina en la FIMA no era muy destacada ayer.

«El relevo generacional es escaso», señalaba ayer Eduardo Roldán, un agricultor navarro de 31 años que paseaba junto a un grupo de amigos por FIMA. Eduardo lleva seis años en el sector y trabaja en el negocio familiar, dedicado al cereal principalmente.

Lo suyo «es vocación», indicaba, aunque también lamentaba que «las ayudas no son suficientes para emprender un proyecto desde cero». «La inversión que tienes que acometer es muy costosa, los beneficios, estacionales, y en muchas épocas estás muy endeudado», relataba. «La modernización que está llegando al campo encarece la inversión inicial, aunque a largo plazo beneficia», añadía. No obstante recordaba: «Muchas veces se quiere correr demasiado con la tecnología, hay que tener los pies en la tierra».

Kepa Jorge, un ganadero vasco de 27 años incorporado hace cinco años al sector, apoyaba ayer el mismo argumento. «Está muy bien invertir en tecnología, todo cambia, pero hay que ser cautelosos en años en los que los precios son bajos por las deudas», explicaba.

La dificultad de emprender

En cuanto a emprender un negocio propio, opinaba lo mismo que sus compañeros de profesión: «Desde cero no puedes empezar por muchas ayudas que te den». Por ello, ha seguido el negocio familiar y pertenece a una cooperativa junto a seis socios. Además, destacaba que «en muchas ocasiones buscan las cosquillas a los agricultores para dejarles fuera de las subvenciones».

Su jornada laboral tiene sus ventajas e inconvenientes, como él mismo precisaba ayer. «Lo mejor es que vas a tu bola», señalaba, y lo peor es que «a veces duermes tres horas y la jornada dura 36».