Solo un 6,7% de la plantilla de la Guardia Civil es femenina y este cuerpo a menudo no pone facilidades para la incorporación y normalización de la mujer. En las escalas superiores, la situación es incluso peor: solo hay una teniente coronel en toda España. La 'Cadena Ser' ha reunido a cuatro agentes para narrar sus más de veinte años en el instituto armado.

Casos de discriminación, acoso sexual y presión jalonan el relato de estas cuatro servidoras públicas. "Un día se sobrepasó. Lo amenacé con el arma y le dije que o me quitaba las manos de encima o me lo cargaba", cuenta Carmen, al relatar un episodio en Teruel con un compañero con problemas con el alcohol y que pegaba a su mujer. El sargento los separó pero puso de pareja al guardia del abuso con otra mujer. "Empezó a hacérselo a la otra chica. Sé que se lo hacía porque subía llorando casi todos los días. A mi marido, que entonces era mi novio, yo también le llamaba llorando todos los días. Me quería ir de ahí, quería pedir baja. Gracias a un sargento, que era una persona maravillosa, continué, no sin antes dar cuenta de todo esto", relata.

Paternalismo o mensajes "guarros" por teléfono, comentarios como "las mujeres para mí solo sirven para follar y para fregar" y lágrimas, los casos acoso sexual no distinguen entre jóvenes y veteranas. "No puedo dar datos ni nombres, pero a día de hoy hay mujeres que llevan muchos años en la Guardia Civil y te toca un depredador y te tocó, tengas la edad que tengas. Lo que pasa es que actúas diferente con veinte años que con cuarenta", explica Carmen.

Alicia Sánchez saltó a la fama al afrontar una instrucción de delito militar por vestir su propio chaleco antibalas frente al oficial, que no se adaptaba a su anatomía: "Cuando mi superior se da cuenta en mitad del control me llama aparte, me pregunta por qué no me lo he puesto y me abre un procedimiento judicial por insubordinación, lo que conlleva una pena mínima de seis meses de cárcel y un máximo de seis años". La causa se archivó, pero fue sancionada con cinco días de sueldo. Era su segunda denuncia, porque también tuvo un episodio de discriminación sexual. "Hasta en tres ocasiones me dijo que no era capaz de hacer algo por ser mujer", pero su denuncia y su "calvario" quedaron dentro de un cajón.

Las cuatro, además, coinciden al afirmar que a veces se registran piropos, insultos como "niña" y que se establecen dobles varas de medir.

Silvia también coincide: "Lo que están contando mis compañeras lo conocemos todas. Hemos evolucionado en muchísimas cosas y en otras seguimos estancadas". De hecho, también hace hincapié en las dificultades ante casos de acoso para interponer quejas o denuncias: “La mayoría se calla por eso, como no hay ninguna vía para poder solucionarlo, puedes agravar el problema. O lo que decía Carmen, pedir otro destino".