Seguramente, Mercedes Escolá nunca imaginó que aquellos jerséis que tejía a mano en Falces, el pueblo navarro donde nació, en los años 50 serían la fructífera semilla de un negocio familiar que ha sobrevivido a la crisis de consumo y a la competencia de las grandes cadenas de moda gracias a la calidad y diferenciación de sus diseños. La actividad genera hoy 28 empleos directos y casi un centenar en los talleres auxiliares de Aragón, Cataluña y Castilla León que garantizan prendas 100% made in Spain. Aunque su mercado natural es el nacional, su ropa de punto para mujer se vende actualmente en varios países de la Unión Europea, Rusia o Estados Unidos, con unas exportaciones que aglutinan el 20% de su facturación.

La próspera mercería que regentaba la madre de Mercedes en Falces se convirtió en el germen de lo que hoy es Escolá. "Los representantes que servían el género pensaban que sus prendas tendrían éxito en un sitio más grande y les animaron a marcharse, así que los hombres dejaron los campos y toda la familia se vino a Zaragoza para crecer. Barajaron Madrid, pero les parecía muy grande, y Pamplona la veían pequeña, por lo que al final abrieron la primera tienda en la calle Don Jaime", recuerda Javier Plou, uno de los hijos de Mercedes y gerente de la empresa. Trabajaban por encargo en una casa del barrio de San José, hasta que la actividad adquirió semejante tamaño, hace 12 años, que tuvieron que trasladarse a su ubicación actual, en el polígono Alcalde Caballero.

Actualmente Escolá tiene un establecimiento en la calle Zurita, aunque llegó a contar con cinco. Además de en su propia tienda, la firma aragonesa se comercializa en boutiques multimarca y en El Corte Inglés, cliente para el que elaboran una colección exclusiva cada temporada. "Trabajamos para ellos desde hace 50 años, cuando solo tenía el centro de la calle Preciados de Madrid", matiza Plou. Las prendas de Escolá también llegaron a conquistar a otro grande del sector en España, Adolfo Domínguez, para quien confeccionó incluso una línea masculina.

Precisamente fueron los modelos para caballero los primeros en exportarse, a principios de la década de los 80. Pero la aventura, además de complicada, fue agridulce. "Durante tres años hicimos clientes en Estados Unidos, Canadá, Francia, Suiza o Bélgica a través de las ferias, pero no había ninguna ayuda, ni económica ni de asesoramiento. Tuvimos dificultades para cobrar y decidimos dejarlo por un tiempo", reconoce. Pero hace 10 años retomaron las ventas al exterior, ya de manera continuada. "Sabemos que es el futuro, pero exportar moda es complicado. Cada país tiene sus tallajes, sus gustos... Y encontrar distribuidores y representantes no resulta nada fácil", admite el gerente de Escolá. A pesar de todo, sus prendas se venden en lugares tan dispares como Nueva York, México, Isla Reunión, Inglaterra o Israel.

Plou considera que el mercado nacional está "muy maduro". "Las grandes cadenas de ropa se han comido a los pequeños", lamenta. La filosofía de la compañía es la cercanía con sus intermediarios, para poder dar respuesta a las demandas del cliente final en materia de vestuario. "Aportamos algo diferente, no prendas globalizadas. Sigue habiendo gente a la que no le gusta ir vestida como todo el mundo. Es triste ir a Copenague y ver las mismas tiendas que en Madrid...", opina el gerente de Escolá.

La marca vivió su momento dorado recién estrenado el siglo XXI. "Llegamos a fabricar 300.000 prendas al año", resalta. Cuenta con dos líneas en el proceso productivo --punto tejido a partir de conos de hilo y ela de punto en rollos-- y confecciona dos colecciones al año (primavera-verano y otoño-invierno). "Cada seis meses tenemos un examen", bromea Carlos García, director comercial. "Aunque nuestra clienta es fiel, no nos podemos dormir, hay que ofrecer algo que llame la atención y aporte algo distinto de lo que hacen las grandes cadenas", añade.

Plou destaca que Escolá "es y siempre ha sido una empresa solvente" debido a su carácter familiar. "No hemos necesitado financiación externa y no dependemos de ellos. A mis padres nunca les gustó deber dinero", añade. Reconoce que ha aplicado ajustes "no traumáticos" para adaptar la producción a la demanda, pero reivindica su sector. "Da empleo sobre todo al colectivo femenino y en el medio rural", argumenta antes de pedir un deseo: "A finales del año pasado empezamos a notar una ligerísimo mejora del consumo. Ahora solo falta que el cliente dé tanta importancia al lugar donde se fabrica como al precio", concluye.