"Uno no puede escoger su infancia, simplemente ocurre, apuntó Nirgal. Quizá --dijo Art frotándose el mentón--. Pero la infancia no son solamente esos años. La integran también las opiniones que uno tiene sobre esos años después. Por eso nuestra infancia dura tanto". Es un diálogo de Marte verde, una de las novelas integrantes de la ambiciosa trilogía en la que Kim Stanley Robinson fabuló sobre la colonización de nuestro planeta vecino.

Igual que con la infancia ocurre con muchos otros asuntos en la vida, especialmente los más transcendentales. Los inversores, así, siguen condicionados por el recuerdo de la crisis, pese a que al menos en los mercados lo peor parezca haber quedado atrás. Su buena opinión sobre el futuro no está reñido con rebrotes de miedo porque el recuerdo sigue muy presente.

Así ha sucedido en las últimas jornadas. La crisis entre Ucrania y Rusia y la mala racha de algunos valores tecnológicos en Estados Unidos por el temor a que estén sobrevalorados han pesado en el ánimo. Ayer, en cambio, se produjo una de esas jornadas que llamamos de transición, en la que los inversores no parecen saber con qué carta quedarse. A la espera de que se publiquen las actas de la última reunión de la Reserva Federal al cierre del mercado, la falta de grandes noticias lo dejó todo parado.

El Ibex 35 cerró prácticamente plano (alza de apenas el 0,04%, hasta los 10.485,2 puntos) y la prima de riesgo cayó mínimamente hasta los 163 puntos.