Los ministros de Economía y Finanzas europeos presentaron ayer un frente común ante Estados Unidos y lograron arrancar a la Administración de Bush un acuerdo para apoyar la estabilidad del cambio euro-dólar, que frene la caída de la divisa estadounidense. El acuerdo se alcanzó tras árduas negociaciones durante la reunión de los siete países más industrializados (G-7), que ayer concluyó en Boca Ratón (Florida), según indicaron fuentes europeas.

Se esperaba anoche que el comunicado final del encuentro hiciese un llamamiento explícito a "evitar la volatilidad excesiva" de los tipos de cambio, para clarificar de esta forma los términos de la declaración previa del G-7 --integrado por Estados Unidos, Francia, Alemania, Reino Unido, Italia, Canadá y Japón--, tras su reunión anterior, celebrada el pasado septiembre en Dubai.

A su término, la declaración final de este selecto club de ricos se decantó por la "flexibilidad" de las cotizaciones en los mercados monetarios, y con ello provocó una pronunciada caída del dólar que ha perdido desde entonces un 12% frente al euro. "La posición europea es que deseamos tipos de cambio estables sin alteraciones abruptas", explicó el ministro alemán de Finanzas, Hans Eichel. Como sus colegas de la eurozona, Eichel condenó el mes pasado en Bruselas la "excesiva volatilidad" de los mercados de divisas porque permite la continua pérdida de fuerza del dólar, que se depreció un 25% en el 2003. Con ello encareció paulatinamente las exportaciones europeas al área del dólar, lo que pone en peligro la recuperación económica de la de la zona euro.

AÑO ELECTORAL Aunque Washington mantiene oficialmente su apoyo a la fortaleza de su divisa, su declive es bienvenido en el presente año electoral, cuando el presidente Bush debe jugarse la reelección. Un dólar débil abarata los productos estadounidenses y, por tanto, favorece las exportaciones, permitiendo así que la Casa Blanca presuma de que crea empleo en este sector, precisamente cuando la pérdida de puestos de trabajo es uno de los talones de Aquiles electorales de Bush, tras la desaparición de 2,5 millones de empleos desde que llegó a la Casa Blanca.

FOCO DE LA NEGOCIACION Por ello, el secretario estadounidense del Tesoro, John Snow, trató ayer de cambiar el foco de las discusiones insistiendo en que la prioridad del G-7 debería ser fomentar el crecimiento económico, tanto a escala nacional como global, y dejar que sean los propios mercados los que fijen la cotización del dólar. Pero los europeos no cedieron y recibieron también el apoyo de los japoneses. "Cada país debería estar firmemente decidido a hacer lo que sea necesario para recuperar la estabilidad" de los mercados de divisas, coincidió el ministro japonés de Finanzas, Sadakazu Tanigaki, al advertir que su país sigue dispuesto a intervenir en los mercados monetarios, comprando dólares para frenar su caída e impedir la apreciación del yen, porque también daña las exportaciones japonesas al encarecerse sus productos en el exterior.

Arrastrado por un déficit por cuenta corriente récord, que alcanzará este año los 521.000 millones de dólares, según cálculos de la Casa Blanca, los tumbos a la baja del dólar parecen cada vez más imparables y se acercaron a la zona de máximos a finales de esta última semana, precisamente en vísperas de la reunión del G-7.

Esta vez la razón fue el anuncio del Departamento de Trabajo estadounidense de la creación de menos empleos de lo previsto durante el mes de enero, cuando sólo se alcanzaron 112.000 nuevos puestos de trabajo. Los mercados monetarios se apresuraron a interpretar que la Reserva Federal no subirá los tipos de interés --único apoyo para la recuperación del dólar--, porque ello pondría en peligro la reactivación económica del país.