Las causas y los responsables que han provocado la quiebra de Caja Inmaculada está perfectamente definidas. Así lo transmitieron ayer los tres primeros comparecientes --Juan María Pemán, Luis Miguel Carrasco y Juan Alberto Rovira, todos ellos gestores de la entidad en la etapa más reciente-- en la comisión parlamentaria de investigación creada en las Cortes de Aragón. La sesión, que duró más de cinco horas, puso de manifiesto la deficiente gestión de la entidad entre el 2000 y el 2009. Un periodo en el que, a juicio de los declarantes, se cometió un "desmán inmobiliario" (hasta el 2007) por culpa del liderazgo autoritario y personalista que ejercían sus altos directivos, el insuficiente funcionamiento de los mecanismos de control y de auditoría internos y la falta de conocimiento y preparación de los miembros de los consejos de administración.

El primero en hablar fue Juan María Pemán, presidente de CAI desde mayo de 2010 y desde el pasado diciembre de la Fundación CAI, quien señaló como principal problema de la entidad el "elevado riesgo" depositado en el sector inmobiliario por los exdirectores generales Luis Calvera (2001-2005) y Tomás García Montes (2005-2009), una política que no se frenó hasta el 2007, cuando ya "era demasiado tarde". La sobrexposición al ladrillo dejó a la caja en una situación de "extrema debilidad", porque una parte relevante de la financiación concedida se concentró en "suelo muy inmaduro urbanísticamente" y por la entrada de la CAI en múltiples sociedades promotoras: más de 70.

En estas aventuras, agregó, "no siempre se acertó con los socios que se eligieron como compañeros de viaje". Los principales promotores con los que se alió CAI fueron Nozar, Lacasta, Forcén y Machín, "exponentes" de esa política y de la "desproporción en la concesión de financiación", según Pemán, en algunos casos "socios poco fiables".

Según su descripción, en aquellos años fallaron los sistemas de control interno y "faltaba transparencia y comunicación" en los órganos de gobierno. "La foto que se daba --desde la dirección general-- era maquillada, distorsionada en buena parte", señaló. Además, la auditoría interna tenía "poca relevancia" y no llegaba a las sociedades participadas. Así, criticó que el consejo de CAI Inmuebles --el hólding inmobiliario de la entidad-- adoptaba "decisiones de inversión" fuera del control directo de los órganos de la caja.

"BORRÓN Y CUENTA NUEVA" El expresidente de CAI, que también fue vocal de su consejo entre el 2006 y el 2010, criticó el mandato de García Montes por su "estilo directivo muy deficiente, basado en la desconfianza y la opacidad", así como por la "excesiva concentración del poder en la cúspide". Todo ello, unido al negativo clima laboral creado y a la detección de "alguna irregularidad en la contabilidad de riesgos", condujo al cese del exdirector general en diciembre del 2009 por la progresiva pérdida de confianza en su persona del consejo de administración.

Para Pemán, la llegada de Luis Miguel Carrasco en enero del 2010 marcó un "punto de inflexión" en la historia reciente de la entidad. El nuevo director general abrió una etapa de "borrón y cuenta nueva" en el que se intentaron corregir las "actitudes de soberbia, la falta de transparencia y el afán desmedido de ganancias" que caracterizaron el ciclo anterior. Una "catarsis" que, continuó, conllevo "la amputación de algunos elementos nocivos" y la "recuperación de ciertos valores que estaban en el ADN histórico de la caja".

Tras ese proceso "curativo e higiénico", Pemán sostuvo que la entidad ha ido tomando el mejor camino del que disponía y, aunque no ha podido seguir en solitario, recalcó que la fusión con Ibercaja ha sido un acierto. Pese a todo, afirmó que "los resultados son presentables" porque continúa la obra social.

El segundo compareciente, Luis Miguel Carrasco, hizo un repaso muy similar al de Pemán. El exdirector general de CAI explicó que cuando tomó las riendas de la entidad en enero del 2010 se encontró con más de 70 sociedades inmobiliarias y 3.000 millones de riesgo en el ladrillo. Tras la estrategia de desinversión seguida desde entonces, a finales de este año solo quedarán sólo tres o cuatro de estas empresas, explicó Carrasco, que le ha tocado seguir gestionando este lastre inmobiliario desde el grupo Ibercaja.

Según Carrasco, la debilidad fundamental de la caja ha sido la concentración inmobiliaria, que llegó a cuotas del 37% en el 2007 y del 34% en el 2010. En su opinón, los miembros del consejo de administración no tenía suficiente información sobre lo que estaba sucediendo ni la estimación de pérdida esperada. "La ignorancia era tal, que no se puede hacer responsable a nadie que no tenía esa información", aseguró, al tiempo que ha achacado los problemas a la "mala práctica" de un número "reducido y concreto" de personas.

SIN INJERENCIAS Según Carrasco, "no ha habido ninguna injerencia política que haya llevado a la dirección de inviabilidad" de la entidad financiera. A diferencia de otras entidades, estimó que esa concentración inmobiliaria era gestionada a nivel de dirección, mientras que el negocio minorista "rentable" estaba muy bien gestionado por sus trabajadores.

Entre los múltiples errores de gestión a los que aludió, destaca el caso de Galerías Primero, en la que CAI llegó a perder más de 100 millones de euros.