Sergio (nombre supuesto de un extrabajador de la térmica de Andorra que pide anonimato) ha tenido muy mala suerte. «Tan pronto como me quedé sin trabajo en la central, hace seis meses, me puse a buscar una nueva ocupación pero enseguida me di cuenta de que, por culpa del coronavirus, la actividad laboral se ha visto tan afectada que en la zona en la que vivo no hay nada de trabajo, lo que se dice nada», afirma.

«Empecé a buscar otra cosa el pasado otoño y solo había algo en el campo y en las granjas, pero con unos salarios muy bajos, hasta el punto de no merecer la pena», explica Sergio, que espera encontrar algo, dentro de un tiempo, en alguna de las subcontratas que se dedican al desmontaje de la central térmica. «Cuando cerró la empresa comprendí, realmente, que en esta comarca no hay nada de oferta laboral, pues todo se concentra en Zaragoza», afirma.

Ahora tiene esperanzas depositadas en una fábrica de pellets que se va a montar en Andorra y está preparándose para ser vigilante de seguridad, para no desaprovechar ninguna ocasión que pueda presentarse. Su especialidad era la limpieza industrial, pero la subcontrata en la que prestaba sus servicios fue una de las que desaparecieron el 30 de junio del año pasado, al cerrar la central dentro de los planes para la descarbonización de la economía europea.

«Trabajábamos en la central en torno a mil personas, no creo que jamás venga a Andorra una industria de esa importancia, por más que los políticos digan que intentarán suplir el vacío que ha dejado», afirma Sergio. Se queja de que «todos los planes que han anunciado a bombo y platillo en la DGA para reindustrializar la zona «se han quedado al final en nada o casi nada». Reconoce que «el palo de la térmica ha sido muy duro», pero a la vez subraya que «hay que hacer algo para que Andorra y su comarca, así como las Cuencas Mineras, sigan adelante y no se vacíen más».