Nació en 1953 alrededor de un horno moruno en la localidad valenciana de Almàssera de la mano y el ingenio de tres hermanos de una familia humilde. Durante años y hasta no hace tanto, Lladró fue el paradigma de la empresa familiar española. Sus famosas figuras de porcelana decoraban en todo el mundo las salitas de millones de familias de clase media y también los salones más distinguidos. Sin embargo, ayer la compañía dejó de pertenecer a la familia fundadora para pasar a formar parte del fondo de inversión Grupo PHI Industrial, que Alexander Wit y Jordi Bricio dirigen desde Madrid y Barcelona respectivamente.

Su proyecto declarado es que la marca mantenga la venta de sus tradicionales figuras pero que amplíe su oferta a otros artículos y complementos de lujo. Por eso es tan importante para los nuevos dueños tanto el equipo de diseñadores de la compañía como los 2.000 puntos de venta que tiene, especialmente los de EEUU y Asia.

La venta se decidió en una junta de accionistas de Sodigei, la matriz de Lladró, en la que Juan Lladró y sus hijas utilizaron su 70% accionarial para que se aceptara la propuesta, pero no hubo unanimidad. De hecho, tras convocarse la junta, uno de los fundadores, José, hizo incluir un nuevo punto en el orden del día para votar la propuesta de un inversor alternativo que aceptaba adquirir un porcentaje mayoritario de la empresa pero no toda. Las relaciones entre los hermanos se complicaron con el paso del tiempo pero mucho más lo han sido en los últimos años las de sus hijos y cónyuges.

La reunión se celebró en la llamada Ciudad de la Porcelana, por cuyo alquiler a partir de ahora la nueva Lladró pagará un fijo a los Lladró. Estas instalaciones son una muestra del crecimiento y declive de la compañía.

La decadencia

Una piscina, una cancha de baloncesto y otra de fútbol sala reciben a los visitantes, pero el estado de abandono confirma que ya pasaron los buenos tiempos. Llegaron a haber más de 2.000 empleados pero los sucesivos expedientes de regulación de empleo han rebajado esa cifra a 700. La empresa vivió su esplendor en los años 90; de hecho, en 1994 recibió del Ministerio de Comercio el premio a la empresa española más conocida en el mundo.

Pero el cambio de siglo trajo nuevas tendencias decorativas y la competencia asiática, dos factores que despeñaron las ventas de la compañía y la introdujeron en una espiral descendente. Ahora falta por ver si este cambio de propiedad acelera su caída o invierte la tendencia.