El exdiplomático Manuel Prado y Colón de Carvajal ingresó ayer en un centro penitenciario de Sevilla para cumplir la pena de dos años de cárcel que le impuso la Audiencia Nacional por apropiación indebida y falsedad documental en la operación Wardbase , la primera pieza que se juzgó en el caso KIO .

Prado estaba citado a primera hora de la mañana en la Audiencia Nacional en Madrid para escuchar la sentencia, pero prefirió ingresar voluntariamente en el centro Sevilla 2 para evitar a los medios de comunicación. El tribunal rechazó hace unos días conceder a Prado la suspensión de la condena al no haber satisfecho los cerca de 12 millones de euros (unos 2.000 millones de pesetas) que debe pagar en concepto de responsabilidad civil. El exdiplomático cumplía todos los demás requisitos, ya que carece de antecedentes penales y la pena de cárcel no supera los dos años.

En su resolución, la Audiencia Nacional argumenta que el condenado había reconocido disponer de capacidad suficiente para hacer frente al pago de la indemnización. La sala explica que el reo había solicitado que se saldara la deuda a través de las sociedades que se le habían intervenido durante la instrucción del caso, algunas de las cuales estaban domiciliadas en paraísos fiscales.

El tribunal condenó a Prado por haber recibido en 1992 del empresario Javier De la Rosa 11,4 millones de euros procedentes del grupo Torras. El exdiplomático alegó en el juicio que De la Rosa le debía ese dinero por negocios particulares ajenos al cargo de éste como representante de KIO. El empresario declaró que quiso recompensar las supuestas gestiones realizadas por Prado para apoyar la causa de Kuwait en la Guerra del Golfo.

ENTRADA Prado ingresó en la cárcel de Alcalá de Guadaira (Sevilla 2) poco antes de las 11 de la mañana de ayer, en el interior de un lujoso automóvil de color oscuro. Consiguió su propósito de evitar que la humillante escena de convertirse en presidiario fuera inmortalizada.

No había cámaras, no había curiosos. Todo andaba en orden. En realidad, su aparición se esperaba en la Audiencia Nacional donde el titular de la Sección Primera de lo Penal le había citado a las 10 de la mañana para comunicarle la ejecución de la sentencia. Y en su lugar, el exembajador envió a su abogado. No quiso llevar corbata el día de su ingreso en prisión. Prefirió una chaqueta informal de lana y la compañía de su joven esposa, Celia García Corona, que lo escoltó hasta donde las fuerzas de seguridad le permitieron.