El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, consiguió el pasado miércoles en el Congreso su victoria más sonada desde que llegó hace poco más de un año a la Casa Blanca gracias a la aprobación de una reforma fiscal que ha puesto en guardia a la Unión Europea por las consecuencias distorsionadoras que podrían tener las nuevas medidas en relación al comercio internacional, la inversión y la doble imposición.

Cinco ministros europeos, entre ellos el español Cristóbal Montoro, alertaron hace dos semanas por carta al secretario del Tesoro estadounidense, Steven Turner Mnuchin, de que el entonces proyecto de reforma podría tener "un importante impacto distorsionador". También la Comisión Europea remitió una misiva firmada por los vicepresidentes Valdis Dombrovskis y Jyrki Katainen y los comisarios de asuntos económicos, Pierre Moscovici, y Comerico, Cecilia Malmström, mostrando malestar por los planes de la administración Trump.

La danesa ha vuelto a avisar este pasado viernes de que vigilarán muy de cerca la aplicación de la reforma por las repercusiones que podría tener para las empresas europeas, aunque de momento es "demasiado pronto" para avanzar el posible impacto y las eventuales medidas que la UE podría adoptar. La Comisión analizará ahora el texto aprobado con "mayor detalle", así como el modo en que se implementarán en la práctica. Y lo mismo hará la patronal europea que coincide en que es pronto para valorar los efectos. "Es una legislación muy compleja así que necesitamos tiempo para evaluar la posible influencia", explicaron a este diario fuentes de BusinessEurope.

Dos elementos que preocupan

Dos son los elementos de la reforma que preocupan especialmente. Para empezar, la medida destinada a limitar la erosión de las bases imponibles y que según Bruselas podría hacer que las empresas extranjeras, especialmente, en el sector de los servicios financieros, paguen impuestos dos veces. Un temor también expresado en la carta remitida el pasado 11 de diciembre por los cinco grandes países de la UE que alertaron del "potencial extremadamente dañino" para la banca internacional y las aseguradoras porque las transacciones financieras de los grupos transfronterizos sería tratadas como no deducibles y estarían sujetas a un impuesto del 10%. Esto a juicio de los gobiernos europeos podría generar "cargas impositivas significativas" y "distorsionar perjudicialmente los mercados financieros internacionales".

El segundo gran problema de la reforma es la deducción que se aplicará a los beneficios intangibles derivados en el extranjero porque dará un trato preferencial a la propiedad intelectual más amplio que el que conceden otros regímenes internacionales, incluso a aquella propiedad que ha sido generada fuera de Estados Unidos. Esto significa que el incentivo terminaría subsidiando las exportaciones respecto al consumo interno ya que los beneficios generados por la exportación de derechos de propiedad intelectual serán menos gravados -un 12,5% frente al 21%- que aquellos obtenidos con las ventas domésticas. Algo, alertaron los grandes países de la UE, "incompatible" con el consenso en torno a la erosión de bases imponibles y traslado de beneficios (BEPS) suscrito por más de un centenar de países.

Washington confía en que sus planes permitirán rebajar el abultado déficit público estadounidense, que supera los 20 trillones de dólares, e impulsar la creación de empleo y la economía norteamericana que, gracias a una fiscalidad mucho más beneficiosa para las grandes empresas, podría desviar las inversiones desde la UE hacia Estados Unidos. "Nuestra importante y popular rebaja fiscal y la reforma se han convertido en una nueva e inesperada fuente de amor que hace que las grandes corporaciones puedan regar con bonus a sus trabajadores", valoró el presidente Donald Trump.

Competencia intraeuropea

Según un reciente estudio de la Universidad de Mannheim y el Centro Europeo de Investigación Económica (ZEW), la reforma permitirá a Washington reducir la carga impositiva efectiva del 36,5% al 22,7%. Es decir, una rebaja de 14 puntos que mejora la posición de Estados Unidos a nivel internacional y le acerca al 20,9% de media de la UE. "Teniendo en cuenta las actividades de planificación fiscal, es probable suponer que la reforma aumente los incentivos para trasladar las ganancias imponibles a Estados Unidos", sostiene el estudio que calcula que las empresas alemanas podrían aumentar sus inversiones al otro lado del atlántico en un 25%.

También las empresas estadounidenses que inviertan en Europa se beneficiarán de la rebaja tributaria lo que hará más atractivos a los estados miembros con fiscalidades bajas como Irlanda con un impuesto de sociedades del 12,5%. "La competencia entre los estados miembros por la inversión estadounidense se va a intensificar", auguran los autores del análisis. "La reforma no solo va avivar la competencia fiscal entre Estados Unidos y Europea, la competencia entre los estados miembros por las inversiones estadounidenses también se va a intensificar y Alemania va a salir perdiendo", augura Christoph Spengel, profesor asociado y uno de los autores del informe.