Hace meses que los mercados están calmados: la prima de riesgo baja, la bolsa sube y parece que las cosas vuelven a la normalidad. Es momento de replantearnos toda la teoría financiera para buscar un sistema que esté al servicio de las personas y contribuyan al bien común. Esto ahora no es así y son los mercados los que mandan.

Durante los últimos 40 años se ha producido investigación teórica en finanzas que ha contribuido al desarrollo de los mercados tal como los conocemos hoy. Esa teoría tiene algunos fallos que pueden ser la causa del comportamiento a veces dañino de los mercados. Un primer error es que esa teoría financiera se basa en el inversor y no en la empresa. El papel de las finanzas es dar financiación (dar dinero) a las empresas e individuos para que la economía funcione.

Sin embargo, la teoría financiera cambia el punto de referencia: ahora el centro no es la empresa, sino el inversor individual que intenta maximizar su beneficio. Mal punto de partida, pues inexorablemente te llevará al individualismo. La mayoría de libros de finanzas dicen que el objetivo de la empresa es maximizar la riqueza del accionista. Me parece un reduccionismo miope. En la empresa hay muchos protagonistas: empleados, proveedores, clientes, accionistas, etcétera. Si el objetivo se centra sólo en el accionista, se está olvidando el bien común. Esto te llevaría, por ejemplo, a echar a 1.000 personas a la calle para que pocos accionistas ganen mucho más.

Esto no es justo y no puede ser bueno ni para la empresa ni para la economía. El objetivo de las finanzas ya no es que la empresa vaya bien, cree empleo, venda sus productos y tenga financiación. El objetivo ahora es que el valor de la empresa suba como sea. La consecuencia es que el mercado bursátil se convierte en director de la gestión empresarial y se toman decisiones injustas y malas para la empresa solo para satisfacer a los mercados. Es momento de buscar un sistema que contribuya al bien común y no sólo al bien del inversor.