«Donde se escuchaba el eco de los compañeros y las máquinas, ahora se escucha el sonido de las aves y la fauna». Así explica Antonio Hermosilla, desde el área de Administración y Gestión Minera de Endesa, cómo ha sido la rehabilitación de los terrenos que ha llevado a cabo la compañía en las antiguas minas de carbón de Andorra (Teruel), As Pontes (La Coruña), Peñarroya (Córdoba) y Puertollano (Ciudad Real). La compañía ha rehabilitado un total de 5.000 hectáreas en estos cuatro emplazamientos.

Este programa de actuaciones ha permitido la recuperación de los espacios donde Endesa desarrolló históricamente su actividad minera, con una inversión de más de 100 millones de euros. «Los terrenos que un día entregaron su riqueza en forma de mineral de carbón, hoy la recuperan a través de superficies fértiles para el cultivo y ecosistemas naturales habitados por especies autóctonas e incluso otras nuevas», afirmó ayer en Madrid el consejero delegado del grupo, José Bogas, en la presentación del balance de estos proyectos.

El centro minero de Andorra ha estado en explotación durante el periodo 1972-2012, con una producción total de 41,6 millones de toneladas de lignito (16,7 por minería subterránea y 24,9 a cielo abierto). La actividad a lo largo de estos 41 años se ha desarrollado en dos instalaciones de interior (Oportuna e Innominada) y cuatro explotaciones a cielo abierto (cortas Alloza, Barrabasa, Gargallo y Gargallo Oeste) repartidas a lo largo de los términos municipales de Alloza, Gargallo y Estercuel.

Reestructuración

En 1972 la Empresa Nacional de Electricidad SA (Endesa) adquirió los activos mineros de la cuenca andorrana, que empleaba a 1.525 trabajadores. El máximo de plantilla se alcanzó en 1978, con 1.891 empleados. A partir de entonces, con la paulatina sustitución de las explotaciones de interior por las de cielo abierto, se redujeron las necesidades de mano de obra. Esta situación se vio agudizada con la política de racionalización, modernización y reordenación del sector del carbón impulsada desde la Unión Europea. Entre 1981 y 1997 la plantilla se redujo en 1.353 trabajadores. Y a partir de 1998, con los sucesivos planes de prejubilaciones, salieron otros 572 empleados. Este proceso culminó con el cierre de la corta Gargallo Oeste (Estercuel) en el 2012.

Desde ese año, la actividad en la zona se ha centrado en la restauración medioambiental, una labor que concluyó en el 2016. El balance: 865 hectáraras restauradas y 796.000 árboles plantados. Como elemento singular, algunas superficies se han dedicado a la creación de humedales.