Menos de dos semanas después de verse obligados a confesar las negociaciones para fusionarse a causa de una filtración, el BBVA y el Sabadell han anunciado a primera hora de esta mañana por sorpresa la ruptura de esas conversaciones inicadas hace meses. El banco de origen vasco ha preferido no dar explicaciones en su comunicado a la Comisión Nacional del Mercao de Valores (CNMV), pero la entidad vallesada sí ha confesado que la operación no ha salido adelante "al no haber alcanzado las partes un acuerdo sobre la eventual ecuación de canje de las acciones de ambas entidades".

El precio ha sido, así, la principal causa de la ruptura. De la nota del Sabadell se desprende que la integración iba a articularse mediante un intercambio de acciones y no en metálico, y que la entidad catalana no ha aceptado la valoración presumiblemente baja en exceso que de la misma le ofrecía el grupo presidido por Carlos Torres Vila, que en la práctica le iba a absober. Los bancos estaban ya en proceso de 'due diligence' (análisis de la situación financiera recíproca) y estaba previsto que sus consejos aprobasen la operación en diciembre.

La operación era bien vista por el Gobierno y el Banco de España, además de estar en línea con el objetivo del Banco Central Europeo (BCE) de que se produzca una mayor concentración bancaria en la zona euro que dé lugar a entidades más rentables y fuertes para afrontar la crisis del coronavirus y avanzar en la Unión Bancaria. Con todo, el consejero delegado del BBVA, Onur Genç, ya advirtió la semana pasada de que su entidad no se sentía "forzada a hacer nada" ni tenía "prisa" por cerrar un acuerdo, ya que la posible integración competía con otras alternativas que estudia el grupo como realizar una recompra de acciones relevante (lo que beneficia al accionista al aumentar el valor del resto de títulos), invertir en crecimiento por sus propios medios en sus mercados principales, y elevar ligeramente su objetivo de capital.

Nota pública

El Sabadell, por su parte, ha publicado una nota en la que afirma que "dispone de palancas y recorrido para aumentar rentabilidad y generar valor de forma orgánica", es decir, continuando solo, sin fusionarse. La entidad presidida por Josep Oliu ha confirmado que presentará un nuevo plan estratégico en el primer trimestre del año que viene que incluirá la "ampliación del programa de eficiencia y transformación en el mercado retail en España -con impacto neutro en el capital- y analizará con sus asesores alternativas estratégicas de creación de valor respecto a los activos internacionales del Grupo, incluyendo TSB". En otras palabras, aumentará los recortes para ahorrar gastos y estudiará la venta de su filial británica, que tantos problemas le ha dado.

La suma de los dos bancos hubiera creado un gigante con 963.108 millones de euros en activos (865.376 millones tras la venta de la unidad estadounidense del BBVA por 9.700 millones de euros), con datos del cierre de septiembre, de los que un 75% corresponderían al banco de origen vasco. En España, el tamaño de su balance ascendería a 596.481 millones (un 67% aportado por el BBVA), lo que le colocaría en el mercado local justo por detrás de la suma de CaixaBank y Bankia (628.630 millones). Los analistas esperaban el cierre de entre 1.200 y 1.500 oficinas (hubiera tenido 9.769, de las que 4.240 en España) para ahorrar unos 3.540 millones.