Casi dos años después de comprar el Popular por un euro, el Santander inició por fin ayer el largamente anunciado proceso de ajuste de plantilla y oficinas con que pretende recortar los gastos para sacar toda la rentabilidad posible a su adquisición. El grupo presidido por Ana Botín comunicó a los sindicatos su intención de recortar 3.713 empleos, un 11,47% del total del banco en España con datos del primer trimestre, y 1.150 sucursales, un 26,33% del total. Se trata, con todo, de cifras preliminares y lo habitual en estos casos es que las reduzca en las próximas semanas dentro del proceso de negociación con los representantes de los trabajadores.

El ajuste afectará principalmente a la red comercial (2.847 trabajadores) y a sus estructuras intermedias de apoyo (588), pero también a los servicios centrales (278) ya que se reducirá la red a la que dan soporte. En cuanto a las oficinas, 929 serían de la red general y 21 de banca privada para grandes patrimonios (todas las del Popular menos la de Madrid), además de otras 200 de la red universal que se externalizarían y pasarían a ser de agentes colaboradores.

El banco tiene la intención de ejecutar todo el ajuste de sucursales y la mayor parte del recorte de plantilla este mismo año. Antes debe culminar la integración tecnológica de las oficinas del Popular en los sistemas del Santander, operación que espera completar a finales de julio (ya ha incorporado 600 de las 1.600, las de la zona norte y Canarias). Lo normal es que las negociaciones culminen entre mayo y junio y que las salidas y cierres comiencen a producirse tras el verano.

Los recortes en la banca, por lo tanto, no cesan. Las entidades han reducido sus plantillas en 83.383 trabajadores entre el 2008 y el 2017, lo que supone una bajada del 30,7% desde el máximo, hasta los 187.472. Las oficinas, por su parte, han disminuido desde el 2008 en 19.649 y un 43%, hasta las 26.011 del 2018. Las autoridades bancarias españolas y europeas, con todo, les siguen instando a reducir gastos para recuperar su maltrecha rentabilidad en un entorno de tipos bajos, así como para hacer frente al reto de la digitalización.

AJUSTE QUE NO CESA

Dentro de este proceso sectorial que dura ya una década, las plantillas de Santander y Popular han sufrido ya ajustes importantes. Las dos entidades realizaron recortes en el 2016 (1.380 trabajadores el banco de origen cántabro y 2.592 el antiguo banco madrileño). Además, y ya tras la compra del segundo, el grupo redujo el año pasado 1.100 puestos de trabajo en sus servicios centrales, el 25% del total de esas áreas, como consecuencia de la integración. De ellos, el 69,9% procedían del Popular. Como referencia, el equipo de Botín anunció inicialmente un recorte de 1.585 empleos, que luego fue reduciendo hasta los 1.100. Tras la compra, el Santander llegó a tener 36.349 empleados y 4.987 oficinas en España, pero al cierre de marzo se habían reducido a 32.366 y 4.366, respectivamente. El mayor banco de la eurozona anunció inicialmente que preveía ahorrar 500 millones al año.