No es que los actores de la renta variable sean especialmente lentos en cuanto se les presenta una novedad, un hecho molesto en un sector acostumbrado a trabajar con índices y anticipaciones a corto plazo que se cumplen la mayoría de las veces. Lo que ayer se imponía en los corros era que la nueva inundación de euros baratos no entraba en sus cálculos. No por deseados sino por inesperados tan pronto. Había que acomodarse a tantas facilidades crediticias anunciadas ayer por Mario Draghi, pero los más perspicaces se lo tomaron con prudencia extrema.

Que los principales índices bursátiles como losa de Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia saldaran ayer sus intercambios diarios con leves retrocesos era una advertencia de que también pesa la incertidumbre de cómo se resuelva la crisis al Este de Ucrania o que no se ha valorado con suficiente atención que las tres principales economías europeas estuvieran estancadas el segundo trimestre. Que el BCE ofrezca parte de su arsenal compensatorio para salir del letargo, el dinero barato y la compra de deuda privada a partir de octubre no acaba de convencer. Tampoco animó que en Estados Unidos se conociera el último dato mensual de creación de empleo, claramente en retroceso.

Que la semana bursátil se haya cerrado con mejoras en los índices no ha servido para ocultar la preocupación de fondo de los inversores europeos sobre las malas expectativa hasta final de año. Se ha salvado de ese clima el Ibex 35 español, que ayer subió de nuevo un 0,4% y llevó al índice hasta 11.148 puntos.