En marzo se ha constatado la disminución de las listas de parados y más aún la fuerte subida del número de cotizantes a la seguridad social. Lo que se ha comentado menos es que más de la mitad de esos nuevos cotizantes netos son autónomos, es decir, no es tanto que las empresas estén contratando, que algo sí, pero sobre todo significa que los parados se buscan la vida como empleados por cuenta propia.

Pensemos a ocho años vista. Es suficiente tiempo como para que maduren los cambios en marcha. Con crecimientos del 1% al 2% se pueden crear 250.000 empleos al año, la mitad autónomos, eso sí. Significaría que en el 2022 tendremos cuatro millones de autónomos cotizando y dos millones menos de personas en el paro, donde ahora hay 5,9 millones.

Incluso en los años del boom económico había 2 millones de desempleados. Ese paro estructural dejaría el número real dentro de ocho años en 1,9 millones. En teoría, porque no va a ocurrir, ya que España está perdiendo población y por cada dos personas que abandonan el país hay un demandante menos de empleo. Las proyecciones demográficas apuntan a la pérdida de un millón de habitantes en ese plazo, por lo que de las listas del paro desaparecerán al menos 500.000 personas en los próximos ocho años por motivos migratorios. Además, los que se jubilen en los próximos ocho años van a ser muchos más que los jóvenes que se incorporen al mercado laboral. El resultado será una base de cotizantes en torno a los 18,3 millones de personas --4 millones de autónomos--, cifra que supondrá el mínimo para sujetar nuestro sistema de seguridad social, en déficit, y mantener una balanza fiscal equilibrada.

Como sin los autónomos no sería posible, no hay más opción que seguir creando mecanismos que faciliten el paso del paro al régimen de autónomos. O llegamos pronto a cuatro millones de autónomos o no saldremos de esta. Echémosle un poco de voluntad política al asunto.