El poder adquisitivo de los trabajadores asalariados bajará este año y registrará un «crecimiento nulo» los dos próximos ejercicios debido al incremento de la inflación por el encarecimiento del petróleo y la electricidad. Así lo admitió ayer el Banco de España, que sin embargo insistió una vez más en la necesidad de que los sueldos crezcan de forma moderada y de que las empresas no trasladen la subida del IPC a sus precios finales para evitar la pérdida de competitividad frente a otros países.

La institución ha elevado sus previsiones de inflación. Tras caer el 0,2% el año pasado, subirá de forma «temporal» al 2,2% en el 2017 (cinco décimas más de lo que esperaba en diciembre y siete décimas más de lo previsto por el Gobierno en el proyecto de Presupuestos). En cambio, los convenios cerrados en enero y febrero incluían una subida salarial del 1,2%, apenas una décima más del 1,1% del conjunto del 2016. La mayoría de los trabajadores tienen acuerdos colectivos cerrados en años anteriores, pero en cualquier caso sus subidas de sueldos también son inferiores a la inflación: 1,4%.

El Banco de España explicó que dos tercios de los convenios vigentes este año fueron firmados en los dos últimos ejercicios y que solo un tercio vencerá en el 2017. Para los próximos años, y especialmente el 2018, prevé que estos acuerdos renovados incluyan salarios mayores por la situación actual de la inflación. Al tiempo, esta se moderará hasta el 1,4% el año que viene y el 1,6% en el 2019. Pero pese a ello, la renta disponible de los hogares evolucionará en línea con los precios, «con lo que los salarios reales experimentarán un crecimiento nulo».

Pese a su enésimo llamamiento a la moderación, el supervisor estima que la subida del IPC se trasladará a los sueldos solo de forma «modesta», ya que solo el 20% de los trabajadores tiene su remuneración vinculada a la inflación, frente al 70% de hace 10 años. Sin embargo, alerta de que la economía española «puede ser más proclive» que otras a repercutir el alza de los precios a los sueldos. «Es verdad que tenemos una situación mucho más boyante que hace unos años. Hay más empresas con beneficios. Pero sigue habiendo empresas en pérdidas o en situación no tan boyante. La evolución salarial debe ir en función de la situación de cada empresa y de su competitividad», defendió el director de Economía y Estadística del supervisor, Pablo Hernández de Cos.

El argumento tradicional de quienes defienden la subida salarial es que contribuirá al crecimiento económico vía mayor consumo. El Banco de España admite que la demanda interna se desacelera «ligeramente» por la «comprensión de la renta de los hogares». Sin embargo, sostiene que se ve compensado en buena medida por la creación de empleo, que se vería amenazada si los salarios suben mucho. Las personas que pasan a tener trabajo, argumentó, «consumen una proporción más alta de esa renta que las que tienen una subida salarial» y los hogares «interpretan que el shock de la inflación es transitorio, con lo que utilizarán su ahorro para mantener su consumo».

MEJOR DE LO ESPERADO

La institución, de hecho, ha elevado su previsión de crecimiento del 2017 al 2,8%, tres décimas más de lo que calculó en diciembre. El Gobierno estimó el viernes una expansión del 2,5%, pero el ministro Luis de Guindos ya advirtió que era una previsión conservadora y que los expertos la iban a mejorar. El organismo también revisó al 2,3% y 2,1% sus estimaciones del 2018 y el 2019, dos décimas y una décima más. Tras crecer el 2,9% el año pasado, el empleo aumentará el 2,6% este ejercicio, y el 1,9% en los dos siguientes, con lo que la tasa de paro caerá al 16,7% a finales del 2017, al 15,4% en el 2018 y al 13,9% en el 2019.

La mejora se debe al mayor crecimiento de lo previsto en el primer trimestre (0,8%, una décima más que en el cuarto); la mayor pujanza de lo calculado de la actividad y el comercio mundiales, con el consiguiente efecto en las exportaciones, y el menor crecimiento de las importaciones de lo esperado gracias al mayor consumo de productos españoles.