La vicepresidencia del Banco Central Europeo (BCE) que ocupará Luis de Guindos representa el retorno de España a la primera línea europea después de años de irrelevancia. Pero, ¿qué significa realmente para España tener a un español en un puesto tan relevante de una institución europea que decide la política monetaria de todos los países del euro y supervisa a los bancos?

Los expertos destacan varios aspectos: prestigio internacional para el país, mayor conocimiento del contexto político y económico en el que se toman las decisiones de política monetaria y una cierta baza para poder influir a favor de España en determinados niveles. “Hasta ahora tan solo había profesionales españoles a nivel técnico, la llegada de Guindos al BCE representa un teléfono rojo de España con Fráncfort”, explican fuentes cercanas al banco central.

Los miembros del consejo de gobierno del BCE, aunque sean propuestos por los países, una vez en el cargo se deben a Europa. Pero a nadie se le escapa que suponen una vía implícita de influencia para el país que los propone. En primer lugar porque los gobiernos aúpan a estos cargos a personas de las que ya conocen su trayectoria.

Talante liberal y a favor de la austeridad

Con Guindos el Gobierno español del PP se asegura en el BCE una persona que sabe cómo piensa, aunque sea independiente y tome las decisiones al margen de las presiones. Como ministro de Economía, cargo del que todavía no ha dimitido y que le ha granjeado críticas en el seno del BCE, ha apoyado una política económica liberal en favor de la austeridad, pero también en defensa del sur de Europa. En este sentido, su sensibilidad por proceder de un país del sur que, además, ha sido rescatado por Europa, le conlleva un background intelectual del que no se puede desprender. “Tomará decisiones en base a cómo está formateado”, explican fuentes europeas.

Y precisamente este tipo de funcionamiento es el que hace que los países libren batallas para situar a sus piezas en el BCE. “Cuando los alemanes quieren poner a un alemán a presidir el BCE no lo hacen para simplemente ponerse una medalla, si no para poder conducir una política económica determinada. Eso no quiere decir que cuando tomen el cargo no actúen con autonomía, pero se eligen los perfiles", admite un alto cargo europeo.

La última vez que España tuvo un representante en el BCE fue José Manuel González Páramo. El propio PP acabó reprochándole su absoluto distanciamiento de España y diversas fuentes cercanas al Gobierno apuntan que eso le impidió posteriormente ser propuesto gobernador del Banco de España a su regreso.

“El BCE es la institución más genuinamente federal de la Unión Europea (UE) y de la zona euro y su dirección toma medidas con mucha más independencia de los gobiernos de lo que la gente pueda pensar”, explican fuentes europeas.

Pero eso no quiere decir que no exista un diálogo. En el caso de los comisarios europeos, que también son cargos europeos, son los primeros en conocer los problemas de sus propios países. “Cada vez que España tiene un conflicto con connotaciones internacionales, la primera llamada siempre es para el gabinete del comisario español de Clima y Energía Miguel Arias Cañete”, afirman fuentes.

El poder alemán y francés

Pero al final, el poder real y efectivo que tendrá Guindos en el BCE estará muy condicionado por el reparto de las carteras en el consejo de gobierno, que lo decide el presidente. El BCE funciona al estilo del Bundesbank alemán, las direcciones del banco dependen de los miembros del consejo y estas les reportan. Si se mantienen como están, Guindos llevará las áreas más flojas, en palabras de una persona conocedora del BCE, “las divisiones más marías”.

El consejo está formado por seis personas: el presidente, el italiano Mario Draghi; el vicepresidente, ahora el portugués Vítor Constâncio, que será relevado por Guindos; y el resto de consejeros: Benoît Cœuré (Francia), Sabine Lautenschläger (Alemania), Yves Mersch (Luxemburgo), Peter Praet (Alemania-Bélgica).

El miembro más poderoso es Mario Draghi, pero las áreas de poder más importantes ahora están en manos de Praet y Cœuré, belga-alemán y francés, respectivamente. Praet lleva toda el área de política monetaria y el control de todos los análisis de política económica europea, es decir, el corazón mismo del BCE que son los trabajos previos para decidir qué se hace con los tipos de interés. Cœuré es el responsable de las relaciones del BCE con todas las organizaciones internacionales, incluido el FMI, la representación en Washington y el contacto con la Reserva Federal de los EEUU, lo que le convierte en un consejero de la máxima confianza de Draghi. Además, de él depende la dirección de sistemas de pago y las operaciones de mercado, es decir, los sistemas de estímulo de la zona euro.

La tercera más importante es la alemana Sabine Lautenschläger, que por representación del BCE es vicepresidenta del Mecanismo Único de Supervisión Bancaria. A continuación vendría Mersch, que dirige la parte de billetes y servicios legales, y finalmente estaría Constâncio quien se ocupa de dos áreas sin influencia en toma de decisiones clave del banco: relaciones académicas con universidades para el prestigio del BCE y política macroprudencial, además de comparecer al lado de Draghi en las ruedas de prensa mensuales.

Lucha por el poder

Este reparto, que decidió Draghi en el 2016, dibuja un esquema en el que el vicepresidente no es ni de lejos el miembro con más poder del consejo, más bien lo contrario. Y deja en manos de Praet una de las partes clave del BCE. El puesto de Praet debe renovarse el próximo año y con toda seguridad irá a parar a quien fue rival de Guindos en la carrera al BCE, el gobernador del Banco de Irlanda, Philip Lane. La batalla de Guindos en los próximos dos años, hasta que se renueve a Draghi en el 2020, será incidir en el reparto futuro de carteras para conseguir más cuota de poder. La contienda no es fácil porque el poder siempre se lo acaban repartiendo Francia y Alemania.