«La conexión total, o la falta de desconexión en el trabajo, es lo más cercano a la esclavitud digital que existe hoy en día». Realiza esta afirmación el secretario de Política Sindical e Industrial de la UGT en Aragón, José de las Morenas, quien además ejerce también de coordinador estatal del sindicato en materia de Salud Laboral y Medio Ambiente. La pandemia del covid trajo consigo el teletrabajo. Y con él llegaron también las jornadas maratonianas (incluso de trabajadores que estaban supuestamente en situación de erte) en las que se hizo imposible controlar el número de horas reales realizadas. Lo que facilitó que tampoco se remunerasen.

En Aragón no existen datos sobre el número de horas extra no remuneradas, pero para hacerse una idea, en la vecina Cataluña estas se duplicaron durante el confinamiento, con el auge del teletrabajo en el punto de mira. «Existen tecnologías que permiten controlar el tiempo que pasas tecleando o dentro del sistema con el que trabajas, pero el problema es que muchas veces el trabajo desde casa se realiza con equipos propios y en ambientes que la inspección de trabajo no puede controlar», dice De las Morenas. Y de ahí los excesos.

La tecnología, asimismo, a veces amiga y otras no tanto, permite que los empleados de las empresas estén pendientes las 24 horas de lo que ocurre con su trabajo. «Para empezar, debe de existir un acuerdo entre las partes para teletrabajar», explica el sindicalista, que lamenta que en la nueva ley que regula el teletrabajo «se hable de desconexión digital» como si fuese todo un logro. «Desconectar es un derecho. La situación no significa que tengas que estar plenamente conectado. La jornada no puede ir más allá del acuerdo contractual», dice De las Morenas.

Según un informe recogido por Forbes, durante los primeros meses de la pandemia los españoles trabajaron dos horas más al día que antes de del covid. Así, las dificultades para controlar e inspeccionar las jornadas cuando se realizan en casa hacen complicado llevar un estricto registro horario para reconocer el esfuerzo extra.

Desde CCOO, la secretaria de Acción Sindical, Sonia García, anima a los trabajadores a «utilizar las herramientas» de la nueva ley del teletrabajo, impulsada por el ministerio que dirige Yolanda Díaz, para poner coto a las situaciones de abuso. «Deben asesorarse y acudir a sus representantes sindicales cuando detectan problemas», pide.

Jornadas de 50 horas

Por otra parte, las jornadas maratonianas -léase que vulneren la ley, que fija la jornada ordinaria en 40 horas semanales y con un máximo de nueve al día-, han ido reduciéndose en los últimos años. Si bien en las épocas de recuperación del PIB, que no necesariamente del empleo, suelen subir; la tendencia es progresivamente a la reducción. Según los últimos datos del INE, 1,1 millones de trabajadores españoles realizaron habitualmente durante el 2020 más de 50 horas semanales. La mitad que en el 2008, a las puertas de la crisis financiera.

En algunos sectores esta práctica es tirando a residual, como en la función pública (solo reconocen incurrir en ella el 2,2% de los asalariados; según el INE) o en las actividades administrativas (2,3%). En otros, como el sector primario, es más habitual, con el 15% de los peones, pescadores o ganadores que reconocen trabajar más de 50 horas.

No obstante, aquellos sectores donde históricamente ha habido mayor cultura sindical suelen coincidir con un número menor de jornadas maratonianas, como es el caso de las industrias extractivas (3,9%), la industria manufacturera (4,5%) o las actividades financieras (5,6%); todas por debajo de la media española, que cerró el 2020 con el 5,9% de los asalariados que reconocía faenar recurrentemente más de 50 horas semanales.

La Inspección de Trabajo desde hace un año dispone de más herramientas para acotar esta mala praxis laboral con el nuevo registro de jornada. Mala praxis que no deja de ser también un fraude para con la Seguridad Social, pues la realización de jornadas tan dilatadas es en la mayoría de casos ilegal y, en consecuencia, suele o bien no remunerarse o remunerarse en negro. Lo que significa que la empresa está generando valor pero no está cotizando por ello al erario público.

No obstante, el registro de jornada tiene sus limitaciones, según reconoce la portavoz del sindicato de inspectores UPIT, Mercedes Martínez. «Rara vez una empresa registrará esos excesos. Nos sirven más las declaraciones de los trabajadores. Uno de los problemas que nos encontramos ahora con el teletrabajo es que parte de ese exceso de jornada lo hacen en casa y ahí no podemos entrar», explica Martínez.

Otra de las limitaciones que se encuentran los inspectores para poner coto a estas prácticas es que la sanción que pueden imponer es una por empresa, independientemente del número de trabajadores que estén sometidos a ese exceso de jornada. «Una de nuestras reivindicaciones siempre ha sido poder sancionar por cada contrato fraudulento», afirma Martínez. También que el Gobierno aumente el importe de las multas a las que puede acabar siendo sometida la empresa infractora. Pues el montante actual va de 626 euros a 6.250 euros. «Es poco disuasorio», reconoce la inspectora Mercedes Martínez.