Los trabajadores de la planta de Barberà del Vallès (Barcelona) de Lacoste se han concentrado a las puertas de una de las tiendas que la marca tiene en el passeig de Gràcia de Barcelona para escenificar su rechazo a las condiciones del expediente de regulación de empleo (ERE) que prevé el despido de 92 trabajadores. Estos forman parte de la plantilla de 100 personas que hasta ahora han trabajado entre la planta de distribución de Barberà y una tienda outlet en Badalona y la empresa. Unos puestos de trabajo que la firma prevé deslocalizar a Francia, según han afirmado fuentes del comité de empresa.

"Hemos rechazado por insuficiente la última propuesta planteada por la empresa", afirma la presidenta del comité e integrante de CGT, María Giménez. La representante de los trabajadores exige mayores indemnizaciones y planes de acompañamiento y formación a dos días de que venza el plazo (31 de octubre) para pactar las condiciones del ERE. De los 100 trabajadores del comité, 59 tienen más de 50 años y la mayoría, dado el pasado téxtil de la planta, son mujeres.

El centro, actualmente bajo la propiedad de Lacoste Ibérica SAU, abrió sus puertas en el 1962 y perteneció hasta enero del 2018 a la empresa BASI, con los derechos para comercializar la marca en España. La fábrica de Barberà del Vallès se dedicó hasta el 2013 ha confeccionar ropa de la conocida marca del cocodrilo, hasta que pasó únicamente a la distribución.

Abierta desde el 1962

María Josefa Castillo entró a trabajar allí en el 1972, sin haber cumplido todavía los 15 años. "Hoy lo llamarían explotación laboral", cuenta con una sonrisa irónica. Lleva, por lo tanto, 46 años en la empresa, donde comenzó a trabajar como aprendiz cobrando unas 20.000 'pelas'. "Hacíamos 12 horas de jornada, de siete de la mañana a siete de la tarde", recuerda.

María Josefa, con las actuales condiciones que Lacoste ha puesto sobre la mesa de negociaciones llega cubierta a poder prejubilarse. No puede decir lo mismo, por poco, su compañera Ángela Moreno. Ella tiene un par de años menos que María Josefa y entró como costurera en Barberà en el 1976. Tenía 16 años. A su edad, es consciente que si el ERE no le cubra hasta la jubilación tiene muy difícil encontrar otro trabajo y ello le repercutirá considerablemente en su futura pensión. "Hay que apretar", afirma repartiendo octavillas informativas a las puertas de la tienda del cocodrilo.