Venezuela ha dejado (de momento) de acaparar portadas y abrir telediarios, no porque la crisis política y económica que atraviesa el país haya desaparecido, al contrario, sino porque esta se ha enquistado. Mientras tanto el país sigue viviendo una constante hemorragia de migrantes que buscan más allá de las fronteras venezolanas un porvenir. Y España es uno de sus principales destinos.

«No quiero ser una carga para este Estado, yo vine a trabajar para poder dar un sustento a mi familia», explica José, de 48 años y natural de Mérida (Venezuela). Como José viven actualmente en Barcelona un total de 10.185 venezolanos, según datos del mes de enero del ayuntamiento. La cifra se ha disparado en los últimos años, especialmente desde el 2015. Hay 58.771 afiliados venezolanos a la Seguridad Social, según datos de julio del 2019 del Ministerio de Trabajo. En el 2014 eran 14.954.

Este diseñador industrial, fotógrafo y antiguo profesor universitario, tras algo más de dos años de residencia en España, carece de permiso de trabajo. Subsiste a base a trabajos en negro, de lo que le va saliendo, ahora principalmente de fotógrafo o de diseñador gráfico. Aunque durante los primeros seis meses trabajó de guía turístico, cobrando las propinas.

«Mi mujer es arquitecta y llegamos muy ingenuos a Barcelona, por desconocimiento, ya que pensamos que podríamos conseguir rápidamente trabajo dada nuestra formación y experiencia», explica. Hasta que se toparon con la ley de extranjería, que precisa de un mínimo de tres años para acreditar arraigo y poder así tramitar los permisos de trabajo. Además de las trabas para convalidar los títulos.

Una de las salidas que le ofreció a José un paisano suyo que ya residía y trabajaba con permiso en España fue abrirle una cuenta de repartidor en Glovo. Según varias fuentes consultadas, esta es una de las opciones, al igual que ofertar servicios vía páginas como Wallapop o Milanuncios.com, por las que optan muchos recién llegados, sobre todo los más jóvenes. Los motivos son la falta de experiencia requerida, la posibilidad de ingresos rápidos y la práctica extendida de compartir cuentas entre varias personas, lo que permite el acceso a quienes no disponen de permiso de trabajo. «Se comparten cuentas», reconoce su paisano Tomás, sin querer dar más detalles, mientras espera un pedido frente a un McDonalds.

El presidente de Asocaven, Antonio Rengifo, da fe también de dicha práctica. Esta asociación de apoyo a los inmigrantes venezolanos se encarga de «aterrizar» a sus paisanos mediante talleres formativos y así ayudarles a conseguir un empleo. O bien a comenzar su propio proyecto, pues, según explica Rengifo, la fórmula del autoempleo es una de las salidas que trabajan sobre todo de cara a las personas que llegan con experiencia, pero de difícil empleabilidad, como los mayores de 45 años.

Una de las cosas que más valora José es poder salir a pasear con su bebé tranquilamente. Una reflexión parecida a la que hacen Carolina o Rocío. Estas dos venezolanas tienen a su favor un permiso de trabajo al poder acreditar vínculos familiares en España. Ambas trabajan vendiendo seguros en Catalana Occidente, enfocadas al creciente colectivo de venezolanos.

Carolina ya gestionaba una correduría de seguros en Venezuela con su familia y Rocío tuvo que reciclarse, ya que acumula tres décadas como docente en su país natal. La necesidad de reinventarse no es nueva para ellas, ni para muchos venezolanos. La mayoría reconoce que el pluriempleo es una tendencia habitual y necesaria en Venezuela en los últimos años.

Ana María, que llegó en febrero de este año a España, espera poder sumarse pronto a esa cifra. Tiene como José, Carolina y Rocío estudios superiores, concretamente de comunicación corporativa. «El perfil ha ido cambiando. Antes solo venían personas con pasaportes comunitarios o estudiantes universitarios. Ahora ha aumentado la inmigración irregular, aunque los venezolanos con menos posibles continúan saliendo hacia otros países de Latinoamérica», cuenta Rengifo.

«Venezuela se está quedando muy rezagada, todo su talento se marchó», se lamenta en la conclusión Ana María.