Y al final, ocurrió. Después de un par de años de expectativas frustradas para consolidar la cita informal de Jackson Hole (Wyoming, EEUU), esta vez las estrellas invitadas respondieron. Se dice de ese encuentro anual, iniciado en 1978 por los banqueros centrales de EEUU, y al que se acude por invitación, que sirve para marcar las pautas de la política monetaria del trimestre siguiente. Solo ha ocurrido de vez en cuando y según qué invitados aceptan asistir. El año pasado, declinaron Bernanke y Draghi. Pero este año han acudido tanto la nueva presidenta de la Fed, Janet Yellen, como el presidente del BCE. Suficente para que los bolsistas de ambos lados del Atlántico (las Islas Británicas excluidas, porque ayer era fiesta en Londres por ser último lunes de agosto) optaran por augurar que se iba a relajar la política monetaria los próximos meses. Más en Europa que en EEUU, porque ha sido el discurso de Draghi el que se ha tomado como especialmente novedoso. El responsable de imprimir euros reiteró que la advertencia a los gobiernos de la UE de que sigue tramando sacar otra vez el lanzagranadas para activar la economía (con inflación, porque ahora hace falta). Mientras que Yellen, con una coyuntura distinta para el dólar, confirmó que combinaba la exigencia de crear empleo sólido en EEUU con la firmeza de retirar el exceso de dinero barato.

Pese a indicadores de coyuntura en Europa y EEUU poco favorecedores, ayer las bolsas estaban más de fiesta que en Londres. El Ibex 35 escaló a los 10.690 puntos (+1,81%).