Cuando de comprar queso se trata, en Rusia, al igual que en muchos otros lugares del mundo, es importante mirar el precio. Pero a diferencia de lo que podría suceder en un supermercado de Barcelona, aquí no se trata de comparar entre varias opciones para identificar el producto con la mejor relación calidad/costo. Para el consumidor ruso, el precio es lo que le permite determinar si, en lugar de queso, está adquiriendo una de tantas falsificaciones elaboradas con sustitutos de la leche, sucedáneos que llevan años copando el mercado ruso y que, según algunas fuentes del sector, podrían alcanzar el 50% de la producción local.

Tras el veto impuesto por Moscú en el 2014 a la importación de un buen número de productos agrícolas procedentes de la UE y EEUU como respuesta a las sanciones de Occidente por la anexión de Crimea, los queseros rusos han llenado el vacío dejado por los extranjeros, en muchos casos con productos lácteos de muy baja calidad, en un mercado en el que casi no existe competencia internacional. Y toda aquella oferta que cueste menos de 500 rublos por kilo (6,86 euros), según advierten los expertos, es prácticamente seguro que incluye ingredientes como aceite de palma, leche en polvo o incluso yeso, además de sabores sintéticos que enmascaran la ausencia de la leche natural, la materia prima por excelencia en la elaboración de este alimento.

LA MITAD DEL QUESO RUSO, UNA FALSIFICACIÓN

"Se puede decir que el 50% del queso que se produce en Rusia es una falsificación; hemos mejorado, porque hace unos años, era el 70%", denuncia Oleg Sirota, una de las voces más autorizadas del país en la materia. Este joven treintañero de aspecto bonachón y carrillos rellenos decidió en el 2014 abandonar su carrera de programador informático y dedicarse a su gran pasión, la fabricación de queso, donde vio grandes posibilidades de negocio debido a las contrasanciones rusas.

En agosto del 2015 inauguró una fábrica en Dubróvskoye, no lejos de Moscú, especializada en la producción de una versión local del parmesano italiano y del emmental suizo. Gracias a que el suyo es un producto de calidad en un panorama donde abundan las adulteraciones, no da abasto y su negocio no deja de crecer; sus quesos incluso han sido galardonados en festivales internacionales. "El año pasado crecimos un 110%", indica. "Pero somos una excepción; la mayoría de los fabricantes rusos emplean aceite de palma, que es mucho más barato", constata.

Los números no cuadran, y las conclusiones que de ellos se extraen saltan a la vista. Mientras que en el 2014, las importaciones de aceite de palma en Rusia se incrementaron en un 37% y la fabricación de queso ruso también subió un 33%, la producción de leche local no solo no creció, sino que descendió un 2%. En junio del pasado año, Roskontrol, la unión de consumidores de Rusia, analizó la composición de 59 muestras de las marcas más populares en Rusia con precios situados entre los 450 y los 270 rublos por kilo, llegando a la conclusión de que 38 de ellas eran meras adulteraciones. La mitad de éstas últimas no contenían solo aceite de palma, "relativamente inocuo", sino también ingredientes potencialmente peligrosos para la salud como "grasas hidrogenadas".

"Son grasas que nuestro organismo digiere con dificultad, e incluso podrían ser cancerígenas", constata Olesia Sevchuk, fundadora de la Escuela de Fabricación de Quesos homónima. Esta experta es partidaria de que el Gobierno lance campañas de información destinadas a los consumidores para que comprendan los inconvenientes que pueden acarrear la compra de productos sucedáneos del queso, por muy baratos que éstos sean. Sin embargo, no cree que una eventual prohibición en la importación de productos como el aceite de palma logre cambiar el estado de cosas en Rusia. "En cuanto hay una prohibición, surge siempre una manera para sortearla", explica a través del teléfono.