Cuando la amenaza de la competencia asiática acecha, es fundamental ser más rápido que ella. El factor tiempo, una excelente calidad y un diseño innovador y actual se han convertido en los aliados perfectos para Rómulo Benedí, una empresa familiar de Morés que ya ha alcanzado la tercera generación dedicada a la fabricación artesanal de calzado de piel para mujer. A pesar de ser uno de los sectores más castigados por la crisis, sus zapatos pisan firme y llegan lejos: se comercializan en toda Europa, Australia, Estados Unidos, Japón, Canadá, Sudáfrica, Arabia Saudí o Turquía. Su éxito en el extranjero aporta el 96% de su facturación, que este año prevé alcanzar los tres millones de euros.

Fue el abuelo Rómulo quien comenzó la actividad, en 1932, aunque su padre ya trabajaba en el sector. "Descendían de Brea pero se establecieron en Morés porque por allí pasaba el ferrocarril", argumenta Javier Benedí, nieto de Rómulo y director general de la compañía. "Después, en los años 70, cogió el testigo nuestro padre José. En aquella época fue cuando más creció el negocio. Producir mucho era lo más importante", señala. Javier recuerda que sus zapatos despertaron mucha demanda en Estados Unidos porque en los años 80 ya iban a ferias internacionales, como la de Nueva York. "Teníamos una planta con 30 trabajadores solo para ese mercado", asegura.

300.000 euros para ferias

Ahora, los responsables al 50% de Rómulo Benedí son los hermanos Carlos, como director comercial, y Javier, que ya de chavales iban en verano a ayudar a la fábrica. "Cuando tomamos las riendas, en los 90, hicimos un cambio de estrategia porque lo que se producía había que salir a venderlo. Desde entonces, casi todas nuestras inversiones se destinan a diseño y comercialización", reconoce el mayor de los Benedí. La firma está presente, con expositor propio, en ferias de calzado de todo el mundo: Tokio, Las Vegas, Dubai, Estambul, Dusseldorf, París, Milán... "Destinamos 300.000 euros al año a la promoción exterior. Es muy difícil pretender que vengan a Morés a comprarnos zapatos. Movernos está en nuestro espíritu", reconoce.

Actualmente solo produce para su propia marca, Jungla, pero durante muchos años simultaneó esta faceta con la fabricación de calzado para otras como Clarks, Kickers, LeviIs o Sckechers. Javier opina que los zapatos de Rómulo Benedí gustan por varios motivos: "Es calzado juvenil, con un diseño muy actual, y renovamos la colección continuamente. Es decir, es calzado de moda. Viajamos a las ferias de materias primas más importantes de Europa y visitamos las calles más comerciales de Londres, París o Milán buscando tendencias", resalta. "Además, el calzado español, tras el italiano, es de los más reconocidos a nivel internacional", añade.

Javier cree que el sector no recuperará el empleo perdido desde el año 2000 por culpa de la competencia china. "Exportar es una idea perfecta pero no es un camino de rosas. En Rusia, por ejemplo, lo hemos intentado varias veces y aún no lo hemos logrado. Además, cuesta al menos tres años que el cliente confíe en ti", concluye. Precisamente, Rómulo Benedí destaca por su alta flexibilidad para adaptarse a él. "Por precio no podemos competir con los productos de Asia, ni con las campañas publicitarias de las grandes marcas, así que tenemos que encontrar el punto medio", argumenta.

El calzado de esta marca aragonesa se caracteriza por dar mucha importancia al color --"huímos del marrón y del negro buscando diferenciarnos", explica el director de la empresa-- y por su sistema de fabricación de punteado o cosido sandalia, muy típico de la zona. "La piel que compone el zapato está cosida a la suela además de pegada, lo que hace que el calzado sea más flexible", señala. Antes de comenzar la fabricación hay que decidir el diseño, "siempre pensando en los volúmenes", matiza. Esto se lo da la horma y la curvatura que tenga y la altura de la suela. "Hay que cumplir unos requerimientos técnicos para que el zapato no apriete, no se salga...", puntualiza. En cuanto a la estética, deben escogerse el tipo de materiales, las texturas, los colores...

El proceso productivo tiene cuatro fases. En la primera, el cortado, se troquela la piel y el forro de cada pieza de manera individual. En la segunda, el cosido, las partes se unen entre sí. En la pala y en la trasera se coloca un refuerzo termoplástico para dar mayor consistencia. En esta etapa también se añaden ojetes, cremalleras o remaches, según el modelo. En tercer lugar se lleva a cabo el montado en la cadena. Es el momento de fijar la horma y darle forma a la piel a base de calor. Abajo, se cose la plantilla y se pega la suela. Luego se saca la horma y en el acabado se dan los toques finales (cortar hilos, poner cordones, dar cremas...) antes de empaquetar. Ya están listos para caminar por los cinco continentes.