Las elecciones europeas han dejado un panorama a la izquierda del PSOE impensable hace poco tiempo. Sumados los porcentajes de las fuerzas que cuestionan el sistema, se supera el 20%. La potentísima irrupción de Podemos, el notabilísimo ascenso de IU y sus numerosos coaligados, el crecimiento de la alianza Equo-Compromís-CHA, dibujan un horizonte para la esperanza. Quienes, a pesar de nuestra militancia concreta en alguna organización, apostamos por un frente común de las formaciones que se oponen al régimen corrupto imperante, estamos de enhorabuena.

Es tiempo de esperanza, de alegría. Son las segundas elecciones consecutivas, tras las generales en las que la alianza entre IU-CHA y la Iniciativa Social dio como resultado un diputado y una primera experiencia de convergencia, en que podemos permitirnos el lujo de una sonrisa. Pero nada más, todavía no somos nada y los que desahucian, expropian, roban, siguen con el timón de la nave. Quizá un poco más preocupados, pero todavía no demasiado inquietos.

DESDE HOY mismo debemos compartir las lecciones que nos conviertan en alternativa. De las elecciones se deduce que hay mucha gente que quiere nuevas formas de hacer política. He visto con alegría a mi alrededor cómo se iba politizando gente muy joven que se sentía protagonista de un nuevo proceso. Eso hay que apuntarlo sin duda en el haber de Podemos, la generación de una ilusión que resulta imprescindible para abordar el trabajo que tenemos por delante.

Muchas veces he escrito que el arma más poderosa que posee el capitalismo contemporáneo es la seducción, que nos somete a sus prácticas; quizá nuestra alternativa, en el ámbito de lo subjetivo, sea la ilusión, la generación de ilusión, la visibilidad de un horizonte otro. También hay que reconocer a Podemos su capacidad de hacer política a pesar del impresionante silencio de los medios de comunicación de la casta (por cierto, ¿qué hacen algunos leyendo todavía esos medios, me pregunto?).

Otra batalla pendiente de la izquierda es la de la comunicación, y Podemos la ha abordado con solvencia. Otra lección para compartir. Por otro lado, IU ha sido más que nunca La Izquierda Plural, al fraguar a su alrededor una amplia alianza de organizaciones de todo el país y abriendo sus listas, como en el caso de Aragón, a activistas sociales no adscritos a la organización. CHA, Equo, Compromís, también han marcado el camino de las alianzas. En resumidas cuentas, todos los actores políticos críticos con el régimen han optado por la vía de la convergencia, aunque esta haya sido todavía insuficiente e, incluso, nos haya colocado ante la disyuntiva de elegir entre una de esas diferentes opciones.

PERO, PASADAS las votaciones, algunos entendemos que esos votos han ido al mismo sitio: a la esperanza. La esperanza de un próximo horizonte en el que sepamos articular todas esas opciones en una única propuesta con vocación de victoria. Que nadie sienta la tentación de regocijarse en lo conseguido, en haber triplicado la representación o en haber entrado como un ciclón en el panorama político. Eso es nada, vanidad política sin efectos prácticos.

Estoy convencido de que la inmensa mayoría de quienes hemos votado a esas opciones firmaríamos ahora mismo por una alianza que nos abrazara a todos. También sé que es precisamente en quienes tienen más capacidad de manejar los hilos de esas formaciones donde se puedan encontrar las mayores resistencias. No por mala voluntad, sino por inercias organizativas. Lo sé por experiencia. Pero no se trata de defender unas siglas, ni las de Podemos, ni la de IU, ni las de CHA, ni las de Equo. Se trata de cambiar las cosas, radicalmente. Aunque para ello haya que cambiar de siglas. Un precio irrisorio cuando se quiere asaltar los cielos.