--Lleva diez años en Europa, pero con excepciones apenas trasciende el trabajo que allí se realiza. ¿Cree que el ciudadano conoce la labor de las instituciones europeas?

--Es una pregunta que casi le devolvería a usted. Los propios corresponsales se quejaban de que no había manera de meter sus informaciones. Eso cambió de una manera dramática, a mal, cuando empezó la crisis. Esa información, que no parecía relevante, pasó a serlo, pero porque era negativa. Los medios empezaron a introducir lo que sucedía en Europa porque era dramático, era negativo... La presentación de Europa fue esa: los recortes, la gestión pésima de la crisis, la desesperación de la gente...

--Algunos sondeos hablan de una elevada abstención, del descontento acerca de Europa...

--Los recortes tenían dos niveles: unos mandatos oportunistas de la derecha europea, que no supo gestionar la crisis más que como un ajuste disciplinario a los países del sur para asegurar la devolución de la deuda de los bancos del norte. Y, el segundo nivel, un sistema productivo casi monocolor en el caso español, que no resistió la sequía de créditos, los recortes en todos los servicios... A eso se añade la agenda del PP, que aprovechó la ocasión para preparar sectores como la sanidad y la educación para ser privatizados. Fue el momento en que los recortes se han centrado en lo que se pueden privatizar. Si consigues degradar el servicio echando, como ha pasado en Aragón, a 2.000 profesores, reduciendo la financiación en los hospitales hasta el punto en que no hay material... Eso hace que la sociedad se dualice y la gente que tiene medios irá a la oferta privada, que ya se está preparando. Y el resto van a la caridad.

--¿Puede el ciudadano cambiar algo que se ve tan alejado como la UE?

--Claro. No estamos vendiendo humo. Ya sucedió en el pasado con un presidente de la Comisión fuerte, como fue Jacques Delors, europeísta. Eso significa apostar por la unión por encima de los egoismos nacionales, que es lo que impera ahora. Él fue capaz de enfrentarse a los Gobiernos nacionales y defender una política de cohesión, de todos los europeos, que redujera la desigualdad entre norte y sur; apostar por derechos ciudadanos; tener una moneda única. Después las mayorías cambiaron y la comisión pasó a ser una mera secretaría de los Gobiernos y de esa intergubernamental que es el consejo, donde el más fuerte, en este caso Alemania, impone su voluntad. Y no hay nadie que contrarreste y que diga que esto no puede ser.

--Entre 751 eurodiputados, 64 españoles, ¿cómo se pueden hacer valer los intereses de Aragón?

--Con tenacidad. Estamos solo dos eurodiputadas, una del PP y una del PSOE. Mi mandato era claro: comunicaciones, pero también carbón, agua, despoblación... Lo he conseguido en gran parte porque el índice de voto de los aragoneses en las elecciones europeas ha estado históricamente por encima de la media nacional y la media europea. Para las instituciones europeas, que se sienten malqueridas e ignoradas, el índice de participación es europeismo. Hemos conseguido que nuestros productos sean conocidos, nuestra universidad, hemos logrado que la despoblación se vea como un problema europeo, la protección de las cuencas hidrográficas. Me preocupa que los aragoneses piensen que esto no sirve para nada. Es muy importante que se vote y también que el voto tenga la capacidad de actuar. Es muy importante pensar que necesitamos un voto que aúne mayorías en el Parlamento europeo frente al PP y sus correligionarios.

--Hablando del agua: Cañete, trasvasista, como candidato del PP, casi le ha tenido que venir bien al PSOE en Aragón.

--Bien no viene nunca, porque un riesgo incluso calculado es un riesgo. Pensamos que es positivo porque ha despertado conciencias sobre cuáles son las intenciones del Partido Popular en Europa. Cañete hace 14 años ya planteo que el trasvase era un paseo militar y acudió a Europa a por dinero. Pudimos bloquearlo gracias a que para obtener financiación europea hay que cumplir las leyes y, evidentemente, el trasvase no cumplía con la directiva marco del agua. Pero es verdad que ahora se le nota porque se lleva a González Pons y a Valcárcel, que no tiene otro mandato que conseguir el agua. En Murcia ya habló de trasvase aunque no dijo Ebro. Nosotros que defendemos que hay una prioridad, que es el agua de boca, y que el resto hay que solucionarlo por las vías más sostenibles. No hay justificación para un trasvase.

--No está la agricultura aragonesa muy contenta con la PAC, ¿cuál es su apuesta?

--Aquí el candidato Cañete arrimó el ascua a su sardina. En Aragón lo mejor hubiera sido una ayuda masiva a las primeras hectáreas en vez de una ayuda igual por número de hectáreas, porque eso favorece a los terratenientes. En la comunidad, donde las extensiones son mucho más reducidas, nos hubiera ayudado más haber hecho una apuesta de choque para las primeras hectáreas. Ha habido una reducción y nosotros apostamos por reponer aquello que se ha perdido y, en desarrollo rural, se ha perdido mucho. Para Aragón no ha sido una buena PAC.

--Han sido años de lucha por la Travesía Central Pirenaica (TCP) y finalmente este corredor se ha descolgado de la red prioritaria europea. Bruselas cuestiona su elevado coste y sus afecciones medioambientales. ¿Renuncia el PSOE ya al corredor central como estaba planteado inicialmente?

--No renuncio porque ha sido el mandato que he tenido estos diez años y lo he conseguido. He conseguido que la TCP no se cayera. RudI no dice la verdad. No es verdad que el ministro Blanco sacara la TCP, ni que la ministra Pastor la metiera, ni que el Gobierno del PP consiguiera introducir la TCP y el Canfranc. Quienes sacaron la TCP fueron la comisión y el consejo, que son de mayoría conservadora. Y quienes los metimos esta vez, en una revisión seria de las redes transeuropeas, fuimos nosotros. Ha sido el Parlamenteo europeo y yo concretamente como ponente los que hemos conseguido que para el presupuesto 2014-2020 en los nuevos planes, la TCP quede en otros tramos de la red básica, donde aparece también el AVE a Galicia. Y eso incluye la realización de los estudios previos, que son estudios de despacho y geológicos, con maquinaria, avances de túneles de aproximación, es entrar en los trabajos...

--¿Cómo queda Aragón en el mapa?

--En el corredor mediterráneo, en la pata interior que sale de Algeciras, pasa por Madrid y llega a Zaragoza y luego a Barcelona, lo cual pone presión de mercancías que es lo que necesitamos. Lo novedoso es su inclusión en el que une el atlántico con el mediterráneo.

¿Y en el caso del Canfranc?

--En el Canfranc, al no tener asegurada la TCP, no habíamos echado el resto, porque necesitábamos que la travesía no desapareciera. La TCP es un paso del siglo XXI. Esa es la apuesta y no veo porque tenemos que renunciar a ello.

--Pero en Europa la reapertura de la línea se ve como un asunto menor...

--Bueno, es que si analizamos el Canfranc, con la cota que tiene, es un proyecto en el que no pueden pasar las mercancías del siglo XXI europeas, que son trenes de 900 metros, con una sola locomotora, con necesidad de apartaderos... El Canfranc es una vía que hay que reabrir y para la que en esta revisión de redes transeuropeas hay financiación. Yo lo veo más bien como un tren transfronterizo, como los que hay entre Polonia y Alemania, que tiene un gran interés para la parte de pasajeros, fundamental para estudiantes, comerciantes, turistas... Y para seguir manteniendo cierta presión de transporte de mercancías en una vía muy limitada porque tiene una cota muy alta.

--¿Hay dinero entonces de Europa para el Canfranc?

--Yo hablé con el Gobierno de la DGA y el pasado otoño se presentó un primer proyecto para pedir financiación, lo que pasa es que no alcanzó la calidad necesaria. A partir de ahora, en septiembre que sale la primera convocatoria, se podrá presentar otro proyecto para la reapertura, teniendo en cuenta que la parte española es menos costosa que la francesa. Allí hay voluntad y esperamos que con ese aporte de fondos europeos se pueda hacer.