La pavorosa mediocridad de la campaña política española para las elecciones europeas está radiografiando con precisión a la clase política nacional. No esperábamos mucho más y no hay más.

La ausencia de líderes ha quedado tan de manifiesto como la falta de programas e ideas. En los mítines y debates, en la tribuna y la arena el contexto europeo ha brillado por su ausencia, de modo que el rifirrafe entre partidos no está siendo sino un ajuste de cuentas interno, sin la menor proyección comunitaria ni internacional. En definitiva, una campaña de políticos de casa y para andar por casa a la que ni siquiera los eurodiputados que ya lo son o fueron han conferido un tono de altura, un interés ciudadano.

Los españoles siguen sin saber qué hacen en Bruselas --con honrosas excepciones--, todos esos diputados de lujo salarial, nula repercusión, viaje permanente y escasa jornada.

Así las rémoras, Mariano Rajoy y Alfredo Rubalcaba se han dedicado sobre todo a apuntalar el sistema, el bipartido, con una sola Corona y una Constitución verdaderas. El caso es que están consiguiendo alimentar a su Leviatán.

La propaganda de Prado del Rey a favor de la recuperación ecónomica -¿dónde, cuándo, cómo, cuánto?- más el extendido temor a la secesión de Cataluña --consignas de una TVE escandalosamente manipulada-- está consiguiendo movilizar un voto que beneficiará sin duda a los dos grandes partidos, en detrimento de otras y muy necesarias alternativas.

Izquierda Unida y UPD, las principales, tratan de abrirse trocha en ese campo de minas, en las junglas de los debates y las televisiones, conscientes de que el 25 de mayo se juegan la consolidación de sus tendencias al alza. Sin embargo, está por ver que lo consigan, así como es dudoso que los partidos más pequeños y recién llegados consigan colocar algún diputado en Bruselas, aunque sea para poner en evidencia a los demás.

A ese respecto, el propio Rajoy ha lanzado un mensaje que recuerda los peores tiempos del voto útil: Un solo eurodiputado que se represente a sí mismo no puede hacer nada útil por su país en las instituciones europeas, exclamó el presidente del PP en su mitin de Vigo.

Yo creo que sí, que ese solitario diputado podrá cambiarlo todo, y que la última esperanza para nuestras oxidadas democracias será su nacimiento y su voz.