Hoy es más fácil y más barato viajar a Berlín o llamar a París que hace 20 años. El desarrollo del mercado único europeo está detrás de estas ventajas. Menos barreras estatales, menos impuestos, más competitividad y precios más bajos para los consumidores. Dicha así, la fórmula convence. Sin mercado único las aerolíneas no habrían doblado el número de rutas europeas, ni las compañías telefónicas habrían reducido un 75% el coste de las llamadas internacionales.

También sería más difícil comer ternasco de Aragón en Francia, por ejemplo, porque el comercio interior europeo no se habría triplicado en solo 10 años. Grupo Pastores exportó 870.000 kilos de cordero en el 2013 a un total de 10 países, que supone un incremento del 18% respecto al 2012. De estos, un total de 34.800 kilos (el 4%) en piezas deshuesadadas del llamado Agnei Ibérico --una carne de cordero de de raza Rasa Aragonesa alimentado de forma natural a base de leche materna y una mezcla exclusiva de cereales-- que se lleva al país galo, Italia, Portugal, Holanda, Suiza, Luxemburgo, Bélgica y Inglaterra, además de a los Emiratos Árabes Unidos. Otros 174.000 kilos en canal van directamente a los mercados tradicionales del grupo cooperativo en Italia y Francia.

La libre circulación de mercancías es una de las cuatro libertades fundamentales --las otras tres: servicios, capitales y personas-- garantizadas en el Acta Única Europea (1987), un tratado que en 1993 completaba la creación de un mercado interior entre los 12 países que formaban entonces la Comunidad Económica Europea.

Lazos económicos

No habría UE sin mercado único, y no habría mercado único si, tras la segunda guerra mundial, Francia y Alemania no hubieran decidido que el mejor modo de garantizar la paz era estableciendo lazos económicos que generaran intereses comunes. A diferencia de los estados nación, "la UE no se edificó a partir de una identidad común, de un nosotros somos, sino que se basó en una lógica resultadista, estamos juntos, producimos juntos, consumimos juntos", explica el catedrático de Ciencia Política Joan Subirats.

Esa unión basada en resultados fue venerada mientras hubo crecimiento. En dos décadas, el mercado único pasó de aglutinar 12 países a 28 y de 345 millones de consumidores a más de 500 millones. Hoy la Comisión Europea presume de liderar la economía con el mayor PIB del mundo, pero admite en sus informes que el mercado único "aún no funciona como debería en beneficio de los ciudadanos y las empresas" y que hace falta una mayor regulación y supervisión, entre otros, del sector bancario.

Aragón, aunque cada vez tiene más la vista fuera de Europa, sigue manteniendo el 55% de sus exportaciones dentro de las fronteras de la UE, de un global de 8.686 millones de euros vendidos fuera. Francia es ahora el primer destino de exportación de las empresas aragonesas, por delante de Alemania. La planta de Opel en Figueruelas mantiene las exportación en automoción en primer lugar de la lista, con el 31% de las exportaciones realizadas. La carne es el sexto producto que más se vende fuera de la comunidad, con un volumen total de 334 millones de euros.

Las empresas que quieren exportar se enfrentan aún a algunas dificultades, a pesar del mercado común. Porque todavía no hay una estrategia unificada. En el caso de las bebidas alcohólicas, por ejemplo, cada país fija impuestos muy diferentes entre sí. Tampoco hay una normativa armonizada para el etiquetaje; cada estado exige una descripción y unos símbolos distintos dependiendo del producto.

Escasa regulación

Pero el mercado único tiene problemas de diseño más importantes, evidenciados con el estallido de la crisis. La escasa regulación financiera a nivel europeo facilitó las inversiones especulativas y/o fraudulentas que están en el origen de la propia crisis. Y la falta de una política fiscal común ha permitido la evasión fiscal, legal o no. Ahí está el caso de Starbucks, que anuncia el traslado de su sede central de Holanda a Londres coincidiendo con una medida que exonera a las empresas registradas en el Reino Unido de pagar impuestos por sus beneficios en el extranjero.

Para Subirats, "los estados se han quedado sin poder político para compensar la desigualdad que genera el mercado único y que no ha dejado de aumentar en Europa en las últimas décadas", en especial, a su juicio, tras el triunfo de la doctrina neoliberal de Thatcher y Reagan.

"La UE era una esperanza porque podía ser una respuesta política para compensar los efectos de la economía globalizada, pero avanza demasiado despacio y la globalización lo hace muy rápido", apunta Subirats. Su receta: "La unión bancaria y una política fiscal común".