El sorprendente abrazo en el que se fundieron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ayer simbolizará para siempre el primer Gobierno de coalición en España, una alianza que, si finalmente es respaldada por el Congreso, pondrá fin a seis meses de bloqueo en el que la desconfianza mutua fue irreversible y forzó la repetición electoral. Tras el 10-N, no quedan señales de vetos, de reproches ni de rencillas. El PSOE y Unidas Podemos quieren compartir el nuevo Ejecutivo, que tendría al líder de los morados como vicepresidente. El resto de la estructura aún se desconoce, pero ambos dirigentes expresaron su voluntad de construir una entente progresista que dure cuatro años, articulada en 10 grandes materias.

Para conseguirlo, necesitan el apoyo de los partidos minoritarios, cuyo respaldo buscarán de inmediato para que la investidura pueda celebrarse antes de Navidad. Y además, todo indica que la abstención de Esquerra será indispensable.

POCO MÁS DE 24 HORAS

Es un pacto exprés. Si después de las generales de abril Sánchez se tomó casi dos meses para sentarse a negociar, esta vez lo ha resuelto en poco más de 24 horas. El secretario general del PSOE y el de Podemos se vieron el lunes y avanzaron el acuerdo. Ayer, las portavoces de ambas formaciones, Adriana Lastra e Irene Montero, peinaron la alianza. Los socialistas, que durante las dos últimas semanas habían tanteado al PP para negociar una abstención, descartaron el precio que Pablo Casado imponía a cambio: la cabeza de Sánchez.

El PSOE entendió que si los conservadores empezaban a señalar al presidente en funciones como el elemento bloqueador solo podrían perder. Optaron entonces por la opción que destacados dirigentes del partido nunca habían perdido de vista, la coalición con Podemos, que incluso durante la campaña electoral, hace solo unos días, Sánchez consideraba «inviable».

EL REPARTO

Ahora tiene visos de salir adelante en cuestión de semanas. Aunque todavía no se han dado a conocer los detalles sobre el reparto ministerial, los morados vienen reclamando que se realice en proporción a los escaños, con lo que se arrogarían una cuarta parte de las carteras, y quizá también la presidencia del Congreso de los Diputados.

¿Qué hace posible ahora un acuerdo exprés? Sánchez e Iglesias prefirieron evitarse estas cuestiones y comparecieron en el Congreso para presentar la alianza sin admitir preguntas ni permitir siquiera la presencia de redactores. Ninguno ha consultado tampoco a sus bases, como marcan sus respectivos estatutos, aunque Podemos lo hizo en abril, cuando presionaba para la coalición que ahora ha conseguido.

«Este proyecto político es tan ilusionante y esperanzador que supera cualquier desencuentro», justificó Sánchez, que hace menos de dos meses confesó que no dormiría «tranquilo» con los morados en el Ejecutivo. «Es el momento de dejar atrás cualquier reproche. Es un verdadero honor poder trabajar desde el Gobierno de nuestro país. Sánchez sabe que podrá contar con toda nuestra lealtad y que nos vamos a dejar lo mejor de nosotros mismos», aplaudió Iglesias.

LA ARITMÉTICA

Firmado el documento, ambos líderes van a tratar de conseguir los apoyos que necesitan para tener más síes que noes en segunda votación. El rompecabezas es difícil de resolver. Cuentan con el rechazo del PP (88), Vox (52), JxCat (8), Navarra Suma (2), la CUP (2) y, posiblemente, el de Cs (10). Como PSOE y Unidas Podemos solo llegan a 155, deben persuadir a los pequeños. A favor ya se han mostrado Más País (3), el PNV (7), CC (2), PRC (1), Teruel Existe (1) y BNG (1). De nuevo, sin el apoyo de las derechas, la investidura reposa en los independentistas, ERC y Bildu.

Los republicanos, que en la investidura de julio se abstuvieron, aseguran estar en el no. Para mover a sus 13 diputados hasta la abstención reclaman «reconocer que en Cataluña hay un conflicto político que requiere una solución democrática y política», dijo su portavoz, Marta Vilalta.

Esta tesis figura en la declaración de Pedralbes, que surgió del encuentro de Sánchez y Quim Torra en diciembre en Barcelona, pero no en el documento suscrito ayer, que planea sobre la cuestión territorial y apunta a fomentar el diálogo «siempre dentro de la Constitución». El resto de materias son abordadas de forma igual de genérica.

También el resto de partidos independentistas se mantienen en su voto contrario, tal y como hicieron en la pasado investidura, al reclamar que se reconozca el derecho a la independencia de Cataluña.