Es de justicia reconocer a los candidatos aragoneses que su campaña electoral se está desarrollando en unos excelentes parámetros de elegancia y buen gusto. Lo que demuestra que se puede tirar de argumentario sin la necesidad de caer en el exabrupto, la descalificación, el insulto o la reducción al absurdo en política. La campaña electoral en Aragón podría servir de ejemplo a los grandes líderes de los partidos que parecen boxeadores de rings de tercera frente al duelo de florete que mantienen en Aragón. En una campaña a la que le quedan tres días, Rodrigo Gómez, Pablo Echenique, Susana Sumelzo y Eloy Suárez están demostrando que pueden ser duros en sus argumentaciones sin caer en el tono barriobajero y en las absurdas creatividades de los asesores de imagen que guian los mensajes de Albert Rivera, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Pablo Casado. En Aragón, la política se sigue haciendo en los vermús de los bares de pueblo y no en los platós de televisión con presentadores estrella, y los candidatos dan ejemplo salvo en contadas ocasiones que se pueden considerar una justa licencia.

Este tono hace que la campaña sea aburrida a la par que elegante. Pero en tiempos de energúmenos en tuiter, de mentiras y manipulaciones, de groseras comparaciones y de zafiedades impropias de una mínima altura intelectual exigible a cualquier político y a cualquier ciudadano, se agradece que la campaña en Aragón sea aburrida.

Los candidatos se respetan a la vez que son duros con sus adversarios. Aquí pactan los tiempos y los bloques en los debates de la radiotelevisión pública sin gresca. Aquí se saludan afablemente cuando coinciden y todos se respetan desde la más absoluta discrepancia ideológica. A veces, incluso, se llevan mejor entre ellos, adversarios, que entre los propios correligionarios de cada uno. Porque ya se sabe que no hay peor enemigo que el que cada uno tiene en casa. Y de esos, en política y en todos los partidos, pueden hacer un máster.

De este modo, la primera campaña de esta primavera electoral está llegando a su fin. Entre procesiones, Viernes Santo, el 23 de abril, la lluvia y los debates, va acabando una campaña en la que los ciudadanos tienen ya vetado el derecho a ser informados de las encuestas que siguen realizando los partidos pero que nadie puede difundir. Porque si en México está prohibido beber alcohol el día de reflexión, en España una ley que exige una reforma urgente sigue considerando todavía a sus ciudadanos menores de edad y considera que en los últimos días de campaña no les puede influir ninguna cuestión externa que no se ciña a la propia campaña que diseñan los partidos. Tampoco se puede pedir el voto fuera de los 15 días estrictos de campaña. Absurdos anacronismos.