Algo tan simple como la organización del debate electoral ha provocado una tremebunda tormenta político-mediática de graves repercusiones. Lo cual revela problemas de fondo no solo de naturaleza estética, sino estructurales. Las reglas habituales han perdido su lógica porque fueron concebidas para un juego diferente. La Junta Electoral Central (JEC), TVE o el simple cálculo electoral están desfasados. La democracia española, fabricada a la medida de un país peculiar y asistémico, ha quedado desbordada por los cambios radicales que implica una nueva era histórica. La Edad Contemporánea es pasado.

ENTRE CAPIROTES Y WHATSAPP

Todo parece descomponerse. Empezando por la propia campaña que ha entrado en un extraño paréntesis procesional y playero. Pero, ¡cuidado!, Internet y Whatsapp siguen operativos.

Lo cierto es que la España de la Transición, del bipartidismo, de los techos y suelos electorales y del futuro previsible se ha esfumado. La Ley Electoral está absolutamente superada. Pretende, entre otras cosas, crear reglas informativas referenciadas con una realidad (la de elecciones celebradas tres o cuatro años atrás) superada por la fluida y cambiante actualidad. Una normativa obsoleta y el habitual oportunismo de los partidos han provocado auténticos delirios emocionales que se despliegan por las redes sociales. Sánchez ha querido un solo debate. PP, Cs y Unidas Podemos, dos o más. Vox, ninguno.

CUANDO NADA CUADRA

Es preciso insistir en que vamos a unas elecciones donde todas las candidaturas significativas proponen programas (más o menos concretos) que incluyen reformas sustanciales de la vigente Constitución. El PSOE quiere federalismo. El PP y Cs, recentralización y alguna cosa más. Podemos, blindaje de los derechos sociales y autodeterminación para los periféricos. Vox, una absoluta revisión que desmonte por completo el espíritu del 78.

A partir de ahí, nada cuadra. Si la JEC puede determinar los contenidos informativos de medios privados (algo impensable en una democracia liberal), los programas conservadores incluyen ofertas, como la aplicación inmediata e indefinida del 155, contrarias al espíritu y la letra de la Constitución. Los secesionistas catalanes abominan de Sánchez. Las derechas culpan a Sánchez de ser cómplice de los secesionistas catalanes. El PSOE quiere nadar y guardar la ropa. Vox es el sistema antisistema.

Los periféricos (nacionalistas vascos y catalanes) se quieren ir discretamente... o dando un portazo. Los hiperespañolistas evocan una nación que ni existió ni existirá. Nadie dice la verdad. Porque, hoy en día, esa incómoda verdad no encaja en los códigos tradicionales.