Si en algo coinciden el PSOE y Unidas Podemos tras las elecciones generales, en las que los socialistas lograron 123 escaños y los morados 42, es en que las negociaciones van para largo. Hasta que no se acabe de plasmar el equilibrio de fuerzas entre ambos partidos en las elecciones municipales y autonómicas del 26 de mayo, no habrá movimientos relevantes para la investidura, más allá de la elección del presidente y la Mesa del Congreso, prevista para el 21 de mayo. Así que las dos formaciones, llamadas a entenderse para garantizar la investidura de Pedro Sánchez y evitar la repetición de los comicios, apenas alteran sus posiciones fijadas durante la campaña.

Un día después de que el PSOE dejara claro que su opción es un Gobierno monocolor, formado por socialistas e independientes, siguiendo la estela del actual, Unidas Podemos mantuvo la presión a Sánchez. Solo contemplan un Ejecutivo de coalición, como ha reclamado Pablo Iglesias en los últimos tiempos. «Solo nos planteamos un escenario: que haya un Gobierno de coalición», dijo ayer en RNE la número dos de los morados, Irene Montero.

El partido de Iglesias perdió un millón de votos el pasado domingo respecto a sus resultados de hace tres años. Ha dejado atrás las actitudes negociadoras de entonces, cuando se adjudicaban ministerios sin haber conversado con el PSOE y pedían «luz y taquígrafos» en las conversaciones de investidura. Ahora abogan por la discreción y la calma.

Pero evitan mostrar cualquier imagen de debilidad frente a los socialistas. «No me resigno a que no haya un Gobierno de coalición. Eso es lo que han votado los ciudadanos. La autosuficiencia de los partidos, a pesar de no tener mayoría parlamentaria, es un error. No es algo que la gente quiera. Un Gobierno en solitario no es lo que han pedido los votantes. Hemos dicho muy claro que queremos gobernar, porque solo desde el Gobierno se cambian las cosas, como bajar la factura de la luz y regular el mercado del alquiler», argumentó Montero, que puso sobre la mesa varios nombres que, a su juicio, deberían formar parte de ese Ejecutivo.

Entre otros, el propio Iglesias, Pablo Echenique, secretario de Organización de Podemos, y Rafael Mayoral, secretario de Relación con la Sociedad Civil y Movimientos Sociales del partido. Es decir, el núcleo duro del líder morado. «Son perfiles de solvencia reconocida -defendió Montero-. Tienen capacidad para llevar a cabo políticas necesarias, aunque cuenten con la desconfianza de gente que manda mucho sin presentarse a las elecciones».

GEOMETRÍA VARIABLE

El PSOE, mientras tanto, tampoco varía su posición de partida. Los socialistas quieren seguir como hasta ahora. Solos. Consideran, al contrario que Podemos, que las urnas ratificaron al Ejecutivo de Sánchez y señalan que la entrada de los morados en el nuevo Gobierno podría provocar que otros socios necesarios para su investidura, como el PNV y Coalición Canaria, se replanteasen su apoyo. Aun así, dan por hecho que al final habrá acuerdo, pero varios dirigentes del PSOE admiten que si los morados no ceden y resultan indispensables para mantener o conquistar autonomías y ayuntamientos tras los comicios de mayo, quizá no les quede más remedio que dejarles entrar en el nuevo Gobierno.

La portavoz y ministra de Educación en funciones, Isabel Celaá, abrió tímidamente esa puerta. «Nuestra vocación es gobernar en solitario -dijo-. Pero no descartamos nada. Estamos abriendo caminos».

La fórmula de los socialistas sigue siendo la llamada «geometría variable», por la que solo se pactaría la investidura y después habría que negociar cada ley con los distintos grupos.