La derecha busca cambiar el foco de una campaña en la que parte con las encuestas en contra y situar el debate en una violencia radical que intenta vincular a Pedro Sánchez para agitar el fantasma del aliado independentista. Pablo Casado y Albert Rivera salieron ayer a señalar al candidato socialista como cómplice de los escraches sufridos por PP, Ciudadanos y Vox en los últimos días por parte de extremistas en Cataluña y el País Vasco.

Ambos exhibieron una cercanía que parece dejar a un lado la incómoda disputa que mantienen por liderar el espectro de la derecha. Tregua estratégica para azuzar una polémica que Unidas Podemos les sirvió en bandeja, cuando su secretario de Organización, Pablo Echenique, les acusó de «incendiar» la sociedad por ir a buscar votos donde no tienen esperanza alguna de obtener escaños. Sánchez evitó responder directamente a PP y Cs para alimentar la controversia y dejó claro que siempre ha creído que «la democracia es incompatible con la intolerancia». En una entrevista en Antena 3 pidió que «el insulto deje paso a la palabra» y reivindicó «la moderación».

Los socialistas han condenado la violencia. Además de Sánchez, también la vicepresidenta, Carmen Calvo, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, la número uno por Barcelona, Meritxell Batet y el exlendakari Patxi López, entre otros, mostraron su repulsa a los ataques de los radicales.

También lo hizo el presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, quien en un acto en Zaragoza tildó de «execrable» «la irrupción de unos energúmenos» en un acto en el que un partido político explicaba «su idea de España», y lo enmarcó en las «patologías políticas de la xenofobia y el racismo, el nacionalismo y el independentismo».

La respuesta no parece suficiente a los afectados, que insisten en el riesgo de votar a Sánchez. «Los que no denuncian esto o siguen pactando con quien hace ese tipo de agresiones se están poniendo al lado de los violentos», denunció Casado desde Las Palmas. «¿Qué va a ser lo próximo? ¿Lo normal es que nos escracheen? ¿Lo normal es que nos agredan?», planteó. Haciendo oídos sordos a las palabras de repulsa pronunciadas por los dirigentes socialistas, el candidato del PP solo mencionó que no le basta con un tuit de la cuenta oficial del PSOE, informa Pilar Santos.

También Rivera aprovechó los boicots de los radicales para lanzar dardos envenenados contra Sánchez y sus eventuales apoyos parlamentarios. «No se puede gobernar de la mano de los grupos que provocan cosas como la de ayer [escrache el domingo de un acto de Cs en Rentería]», advirtió. Insistió en que el PSOE puede volver a tener como «socio de investidura» a Bildu, partido al que acusó de ser el que «montó» las protestas en Rentería. «El terrorismo se ha acabado y lo hemos derrotado pero el nacionalismo sigue ahí», sentenció.

BARBACOA EN GALAPAGAR

En su táctica de subrayar las amistades peligrosas de Sánchez, Cs tira de campaña sucia. Este lunes desplegó en la calle Goya de Madrid una lona gigante en la que simula una conversación de whatsapp entre Sánchez, el líder de Podemos, Pablo Iglesias; el president Quim Torra; el líder aberzale Arnaldo Otegi; el diputado de ERC, Gabriel Rufián y el expresident, Carles Puigdemont, a cuenta de una barbacoa en el chalet del líder morado en Galapagar.

Unidas Podemos parece haber entrado de golpe en campaña. Rivera quiere que Iglesias pida perdón por el tuit de Echenique, en el que acusaba a Cs de ir al País Vasco a «incendiar la convivencia» ya que en ese territorio es solo un «partido marginal». El jefe de los morados no recogió el guante y su secretario de Organización ratificó en Zaragoza lo ya escrito en redes: «La estrategia de Cs al igual que la del PP y Vox, consiste en confrontar a los diferentes pueblos de España para buscar votos», sentenció.