Tres conclusiones claras se pueden sacar de una cita electoral que, sin ser extrapolable a los resultados que se puedan producir en las próximas autonómicas y municipales del 26 de mayo, suponen un claro aviso para navegantes. La primera, que el PSOE de Pedro Sánchez, con 119.428 votos y el 30,52% de los sufragios, ganó de calle en la capital aragonesa, a más de 9 puntos del segundo. En este escalafón reside la segunda lectura más importante: el PP ya no es la segunda fuerza política en la ciudad. Ciudadanos (Cs) se hizo con más del 21,5% de los apoyos de los zaragozanos, con 84.270 -20.500 más que hace tres años-, dio el sorpasso y desplazó al PP a la tercera plaza, tras dejarse en las urnas más de 54.000 votos con respecto al 2016.

La tercera incógnita a despejar la protagonizaba Vox, que con más de 49.000 sufragios hace que esta victoria socialista se vea, en el lado contrario, casi como un mal menor, porque la derecha sumaría si se extrapolara este resultado a las municipales, y amenazaría con la mayoría absoluta. Faltan más fuerzas a las que votar, como el PAR o CHA, pero igual de significativo es en esta jornada para las generales. Igual que el hecho de que Unidas Podemos haya perdido más de 20.000 apoyos, pasando de los 78.527 del 2016 a los escasos 58.407 de ayer. Si así les fue yendo en coalición a Podemos e IU (también con Equo), a ver cómo les funciona por separado, frente a frente los podemistas de Violeta Barba contra la confluencia de ZeC.

Esta sí puede ser una encuesta fiable para medir el pulso de cada una de las formaciones políticas llamadas a luchar por la victoria en las municipales. Y es significativo que Zaragoza sea una plaza fuerte para Pedro Sánchez en los comicios generales, pero también que la suma de Cs, PP y Vox amenace la gobernabilidad de la izquierda. O que la formación naranja haya batido a los conservadores en casi todos los distritos. O que, para los que no descartan nada en el tablero electoral, los socialistas y los naranjas sumen mayoría absoluta, antes impensable y temida en la izquierda.

Las espadas están en todo lo alto en la capital, y el 26-M se vota en una clave distinta a las del Congreso y el Senado, pero este año la excepcionalidad es la proximidad de ambas citas y, por tanto, el escaso margen que resta para planificar la remontada. Porque dentro de un mes, el factor sorpresa ya no existe.