¿Han prestado atención los partidos con opciones a tener representación en el Congreso a ese votante aragonesista huérfano de candidatos el próximo domingo? ¿Se ha intentado captar a alguno de los 75.000 aragoneses que en las últimas elecciones celebradas en Aragón votaron a CHA y al PAR, formaciones que no se presentan el 28 de abril? A tenor de lo que se está viendo y oyendo esta campaña, no parece que ese votante potencial haya sido objeto de deseo de PSOE, PP, Ciudadanos o Unidas Podemos. El discurso aragonesista apenas ha existido y ninguna de estos cuatro partidos ha hecho guiños destacados al votante aragonesista.

El único que ha hecho una mención expresa ha sido el PSOE, a través de Javier Lambán, si bien su mensaje de que este partido representa en Madrid la mejor voz aragonesista sonó un tanto forzado y apenas ha tenido recorrido en la línea argumental de campaña. Unidas Podemos está a otra cosa. Tanto, que su propio candidato, Pablo Echenique, ha cumplido el forzado expediente obligado por aspirar a entrar al Congreso por Zaragoza y se le ha visto más fuera que dentro de la provincia. Ciudadanos y Partido Popular no han hecho ninguna mención al aragonesismo, algo lógico si se lee el programa de ambas formaciones o se oyen las declaraciones que día sí y día también realizan sus príncipales dirigentes en lo relativo al autonomismo y su apuesta por la recentralización y dar un apoyo más decidido a la identidad nacional española.

De este modo, el aragonesismo político queda diluido en una campaña en la que la clave estatal y la identidad patriotica española está en el orden del día. Y la cifra de 75.000 votantes que pueden ejercer su derecho y elegir en esta cita una opción que no es la suya prioritaria no es desdeñable: podría dar un vuelco a cualquier encuesta en cualquiera de las tres provincias.

El próximo domingo, en cualquier caso dos papeletas habrá que tengan Aragón en el centro de su ideario político, pero ambas tienen escaso eco electoral: los independentistas de Puyalón y los independientes de FIA.

Excluyendo a CHA, el aragonesismo político en Aragón se ha escrito en los últimos años de forma reactiva, y con el único objetivo de defenserse de las tropelías escritas por el nacionalismo catalán. Nos fastidia mucho, y con razón, que llamen corona catalano-aragonesa a lo que nunca existió, o que pongan el Aneto en los mapas de la provincia de Lérida. Esas cosas merecen la carta dominical de reputados historiadores y la indignación de muchos que se ofenden pero luego reniegan del catalán como lengua aragonesa o piensan que el aragonés es de catetos, se concentran o aplauden las manifestaciones en la madrileña plaza de Colón o no sabrían decir más de tres palabras sobre Jaime I, Sancho Ramírez o San Juan de la Peña. Es ese aragonesismo que lamenta cada año los presupuestos del Estado porque consideran que maltratan a Aragón y luego salen encantados en cualquier foto con cualquier ministro cuando vienen a foros aparentemente importantes.

El 23 de abril es, además, cada vez más San Jorge y cada vez menos Día de Aragón. Si así aquí, cómo nos vamos a quejar luego de que en los telediarios de las cadenas estatales no nos dediquen ni 15 segundos mientras llenan minutos con lo de la rosa y el libro en Las Ramblas. Aragón es menos conocida que Ida Vitale, premio Cervantes de este año. Eso sí, caemos simpáticos porque somos pocos y no damos mucho la matraca.

Lo mejor que tenía el nacionalismo español hasta que se contagió del delirio nacionalista catalán es que tan solo era exacerbado cuando la selección de fútbol pasaba de cuartos o cuando alguien presumía de que como en España no se está en ningún sitio. Mucho mejor este, aunque carpetovetónico, que el que habla de juras civiles de bandera, himnos en las escuelas y reconquistas.