Sociólogos y politólogas sostienen que las campañas sí son decisivas a la hora de determinar y fijar el voto. Más cuando, como en la actualidad, los indecisos son legión. Por la misma regla de tres, los debates constituyen el punto culminante de cualquier campaña. El martes pasado, el que programó TVE con portavoces de seis partidos alcanzó audiencias importantes. Ahora, con la inaudita decisión de la Junta Electoral Central vetando la presencia de Vox en el encuentro organizado por Atresmedia, a Sánchez se le ha descolocado la maniobra táctica: ha tenido que comprometerse para el próximo lunes con TVE, que le reclamaba para un debate a cuatro (el propio presidente del Gobierno, Casado, Iglesias y Rivera), y además será muy difícil que pueda escaquearse, como pretende, de la cita que la cadena privada mantiene para el martes, día 23, adaptándose a las exigencias de la JEC. Es probable que haya dos debates por el precio de uno.

QUE PASE CUANTO ANTES

Cabe imaginar que a estas alturas Pedro Sánchez y los suyos solo esperan que lo que haya de pasar... pase cuanto antes, Cada día de campaña plantea nuevos riesgos. De ahí que el líder socialista quisiera debatir una vez y no más, y deseara incluir a Vox en el encuentro para inducir un tiroteo fratricida entre las tres derechas. Sin embargo, como es dudoso que vaya de venirse abajo discutiendo con sus archiconocidos antagonistas sobre temas no menos manidos, bien podrá duplicar el esfuerzo. Si el pim-pam-pum del lunes le sale bien, al día siguiente podrá rematar la faena. Si le sale mal, le quedará otra oportunidad para recuperarse.

El PSOE se mantiene de perfil en esta campaña. No quiere asustar a nadie ni cometer errores ni enredarse en compromisos de imposible o muy difícil cumplimiento. Su argumento es claro y muy sólido: ojo con las derechas, que vienen crecidas y extremadas. Y tal extremismo lo corroboran a diario Casado e incluso Rivera en sus mítines y el implacable Abascal en sus tuits.

¿Quién es quién en esta campaña? Porque existe una especie de ceremonia de la confusión o de la suplantación que a veces resulta graciosa. Por ejemplo cuando la singular Cayetana Álvarez de Toledo representó al PP en el plató de TVE... con un discurso y un estilo muy-muy de Vox, particularmente equívoco cuando se enredó con lo del sí y el no en un asunto que no admite tonterías.

JUEGO DE DISFRACES

La aristocrática Cayetana no está ahí para ganarle votos al PP en Barcelona, sino en Madrid y el resto de España. Tal estrategia reproduce la que maquinó Rajoy para convertir el conflicto en Cataluña con una oportunidad electoral fuera de allí. Por su parte, Cs mantiene el afán de dominar la derecha para después adueñarse del centro. Como hizo la UCD de Suárez. Por eso Rivera fue a Colón. Por eso ha proclamado su veto a Sánchez. Aunque quizás se ha pasado de frenada y ahora el centro esté más cerca de Sánchez, el enemigo número uno.

En consecuencia, Unidas Podemos ha evolucionado a toda velocidad hacia una socialdemocracía «de verdad» y un transversalismo roto apenas por las torpezas de Echenique o los arranques izquierdizantes de otros candidatos. Iglesias, sin darse cuenta (o dándose), le está dando la razón a su examigo Errejón.

En medio de todo ello, algo sí sabemos: muchas de las reglas que controlaron el juego político en la España del bipartidismo no sirven ahora. Ni la Ley Electoral (como ha demostrado la JEC) ni la propia Constitución, que todos los partidos, todos, proponen reformar.