El PSOE se dio ayer una inyección de autoestima en Zaragoza con un mitin con el que abarrotó una de las salas del Palacio de Congresos de la Expo. Los discursos del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el de Aragón, Javier Lambán y las candidatas al Congreso y al Ayuntamiento de Zaragoza, Susana Sumelzo y Pilar Alegría, respectivamente, fueron recibidos con profusión de banderas de partido y coros de «presidente» o «alcaldesa», según correspondiera, con más fervor que de costumbre. Fue un encuentro en el que Sánchez, como parte de su defensa «con uñas y dientes» del estado autonómico, prometió una mejor financiación para las comunidades afectadas por la despoblación, como Aragón.

Hasta 1.700 personas, según la organización, atestaron la sala del palacio. Es difícil calcularlo a simple vista y sin saber el aforo de antemano, pero es cierto que no cabía un alfiler. De hecho, la queja que más se repetía a la salida el evento era de los muchos que habían tenido que presenciarlo de pie.

CONTRASTE

Si hace dos meses casi exactos, con los mismos protagonistas en los cines Palafox, el ambiente era de lo más desangelado, ayer el contraste era evidente, con una comunión con el público que no parecía impostada. Ha mediado la convocatoria de elecciones y, quizá, una mayor concienciación del auge de la ultraderecha, pero aun así, viniendo de tanta tensión interna y externa en el PSOE aragonés, el cambio sorprendió. Lo hizo a los propios organizadores, a tenor de sus caras.

El calendario manda, y aunque todos vincularon los comicios autonómicos y municipales del 26 de mayo a los generales del 28 de abril, estos van antes y mandan. Así fue en el discurso de Sánchez, quien tuvo algún guiño al escenario -en particular al expresidente Marcelino Iglesias-, pero sostuvo su intervención en clave nacional. Lo más aragonés fue la citada promesa de la mejora de la financiación autonómica contra la despoblación, dentro de su defensa «con uñas y dientes del autogobierno y el Estado de las autonomías», frente al anhelo recentralizador de la derecha.

Esta, en sus tres variantes, estuvo muy presente a lo largo de la intervención del presidente del Gobierno, que como el resto de los intervinientes realizó constantes apelaciones a la movilización, hasta concluir que, «si no fallamos en las urnas el 28 de abril, seremos imparables».

Sánchez azuzó el miedo al frente común que ha aupado al PP al Gobierno andaluz, y habló en varias ocasiones del «riesgo». Peligro «real de que la derecha sume», y «de involucionar», incluso en derechos sociales en cuyo reconocimiento España ha sido «pionera», como el matrimonio homosexual, destacó.

Ante esta amenaza, apeló a los votantes, «sea cual sea su preferencia política» (se supone que de izquierdas, claro), a concentrar el voto en el PSOE, «el único partido», a su juicio, que puede contrarrestar una posible alianza de PP, Ciudadanos y Vox. Fue lo más parecido a un mensaje negativo hacia Podemos en toda la intervención del secretario general del PSOE.

«NO ES NO» 2.0

Hablando de alianzas electorales, Sánchez se esforzó en desmontar el argumento, asentado entre la derecha, de que es y será rehén de los independentistas y los «herederos de ETA». Según repasó, cuando los tribunales decretaron que el PP se había «financiado ilegalmente durante 30 años» y había tenido cargos «cobrando ilegalmente», «Mariano Rajoy no podía estar un minuto más en el Gobierno».

Le dio la oportunidad de que dimitiera, repasó, y al no hacerlo planteó una moción de censura, «sin saber quién la iba apoyar», y cada partido decidió lo que quiso. Ciudadanos no lo apoyó, «cuando venía a renovar la política», recordó. «¿Si la moción de censura no hubiera salido adelante, podríamos decir que el independentismo pactó con el PP», se preguntó, dando la vuelta al argumento.

En cuanto a estos futuribles no-socios de Gobierno separatistas, también se remontó a una época anterior, a cuando mantuvo el «no es no» contra Rajoy acabó dimitiendo al no tener apoyo para sostenerlo. «Dimití por principios, porque cumplo mi palabra», sostuvo. «Y a los partidos independentistas se lo digo lo igual de claro, no es no. Si hay un Gobierno socialista, no habrá independencia en Cataluña», afirmó.

Es algo que, a su juicio, «saben perfectamente que no se va a aprobar», porque «la Constitución no lo recoge», la comunidad internacional «les ha dado la espalda» y además, «fundamentalmente porque los propios catalanes no quieren».

Sánchez insistió en que el problema catalán «no es de independencia, sino de convivencia», y su Gobierno, si lo reedita, seguirá apostando «por el diálogo, dentro del Estatuto de Autonomía de Cataluña», como receta frente a otras más testosterónicas.

Para todo esto, y otras promesas electorales que fue deslizando, Sánchez apeló continuamente al voto para conseguir una mayoría suficiente para imponerse a «las tres derechas». «Si con 84 diputados, en diez meses y con la mesa del Congreso en contra hemos hecho tanto, ¿os imagináis lo que podríamos hacer con una mayoría?», preguntó. «La pregunta es clara, si queremos que España avance o retroceda».