En dos semanas, más de 373 millones de europeos afrontarán un rencuentro con las urnas que quizá sea el más significativo desde que en 1979 se celebraron las primeras elecciones a la Eurocámara. Porque aunque en muchos de los veintiocho estados -sí, los británicos también votan- estos comicios se diriman en clave interna, la construcción europea se juega en este voto, con el imparable ascenso de las fuerzas que la cuestionan, quieren revertirla y pueden tener capacidad de hacerlo.

Bajo el impulso del viceprimer ministro italiano, Matteo Salvini, las fuerzas euroescépticas -que ya participan en los gobiernos de siete países de la UE- aspiran a convertirse en primera fuerza de la Eurocámara para transformar la Europa de hoy en «la Europa de las naciones». Y si este objetivo de ser la primera fuerza se vislumbra lejano -las fuerzas euroescépticas están ahora divididas en tres grupos parlamentarios- sí es innegable el crecimiento que las encuestas atorgan a estos partidos, lo que aventura una Eurocámara más fragmentada.

Por primera vez, según los sondeos, las dos grandes familias (populares y socialistas) que hasta ahora se han repartido el poder en Europa no van a sumar la mayoría superior al 50% de los votos y van a necesitar el apoyo de otras fuerzas políticas. La simple ecuación por la que las dos fuerzas mayoritarias consensuaban algunos de los cargos más importantes de la UE puede resultar ahora algo más complicada.

Desde los pasados comicios, el Consejo Europeo debe tener en cuenta los resultados electorales para elegir al presidente de la Comisión Europea, que deber ser ratificado por los eurodiputados. Los favoritos este año son Manfred Weber, spitzenkandidat (el término alemán para designar al jefe de filas) del Partido Popular Europeo y el socialista Frans Timmermans.

Ayer, día de Europa, el director de Comunicación del Parlamento Euoropeo, Jaume Duch, inistió en la necesidad de movilizar el voto de los europeístas en unos comicios que se caracterizan normalmente por una baja participación. En la última convocatoria, en el 2014, en España solo participaron el 43,8% de los votantes, ligeramente por encima de media europea, del 42,6%.

Para Duch «sería un error» que los europeístas se queden en casa. «La Eurocámara - subrayó- se ha consolidado como una de las instituciones clave en la UE, que aprueba la mayor parte de las leyes europeas, que después tienen efecto para 508 millones de europeos», subrayó.

El fracaso de la primer ministra británica, Theresa May, en lograr que el Parlamento de Westminster apruebe el acuerdo de salida a la UE hará que los ciudadanos británicos vuelvan a elegir a sus representantes en Estrasburgo, que abandonarán su escaño cuando sea efectivo el brexit. Quién sabe cuándo.