Se acabó. Las candidatas y candidatos descansan hoy en compañía de sus respectivas familias. Los votantes reflexionan, pero poco porque ya lo tienen pensado y decidido. Los periodistas nos iremos de copas esta noche, aliviados aunque sabedores de que todavía nos queda la jornada de mañana, que será muy larga y complicada, sobre todo el recuento nocturno. En teoría, los resultados de estas elecciones pondrán punto final a un periodo de agitación y crisis política como no se había visto desde la Transición. O tal vez no.

Crispación interminable

Quizás no llegue la calma porque las derechas españolistas, de un lado, y el independentismo catalán, de otro, no conciben otra manera de hacer política que provocarse mutuamente. Pese a ello, ambos bandos tienen un objetivo común: impedir el desarrollo de terceras vías, sea por parte del PSOE (PSC), de Podemos, de los variopintos comunes o de cualquiera que no convierta el patrioterismo en el argumento supremo. PP y Cs hicieron ayer una perfecta demostración de esta táctica, convirtiendo en una hazaña (suya, claro) la suspensión de los cuatro diputados secesionistas juzgados por el Tribunal Supremo. Suspensión que estaba cantada; pero que Casado y Rivera han intentado convertir en una prueba de firmeza ideológica. ¿Quién es el más macho?

La creciente sinergia argumental entre las izquierdas (y eso que Iglesias no para de dar la vara con su inaplazable deseo de ser ministro), la pugna en el seno de las derechas por ver quién marca el paso en el probable tripartito y la perturbadora actuación de los nacionalistas periféricos (de los catalanes, que los vascos están en otra onda) zanja muchas dudas respecto de los futuros pactos tras la convocatoria de mañana. Esta sigue siendo una batalla entre bloques, izquierdas contra derechas, sin otros matices. En Aragón, desde luego.

Aquí, en autonómicas y municipales, PP y Cs, con la colaboración de Vox, están abocados a formar una entente a la andaluza (en la cual entraría el PAR, si dan los números). Al otro lado, el PSOE, Podemos, IU, las plataformas tipo Zec y CHA tampoco van a tener otro remedio que entenderse. Un arreglo PSOE-Cs parece imposible porque ninguno de los dos partidos se lo puede permitir.

Hay que ver ‘Borgen’

Juego de tronos es un cuentecito seudomedieval muy básico. Para entender los tiempos actuales hay que ver Borgen, la serie que se inspira en la compleja política danesa, donde las coaliciones son a cinco y más. Es a lo que se va en España, y no digamos en Aragón.

Lambán vende continuidad. Beamonte reclama para el PP el papel de primera fuerza... conservadora. Maru Díaz ofrece la voluntad de controlar a los socialistas para que no resbalen hacia la derecha. Daniel Pérez está dispuesto a todo, pero su mayor objetivo es repetir el sorpasso que le arreó su partido al PP en las generales. CHA, IU, el PAR o Vox (muy difuminado en esta campaña) saben cual es su sitio, intuyen que el enfrentamiento entre los bloques se solventará por pequeñas diferencias y aspiran a ser «decisivos» en la parte que les toca.

Todos han hecho lo que han podido. Han ido de un debate a otro. Han intentado rascar hasta el último sufragio (ayer todavía andaba Podemos sacando a pasear mascotas para cortar la fuga de votos hacia el PACMA).

No será fácil armonizar la voluntad de quienes integren cada bloque. En el espacio conservador habrán de contar con ese impresentable aliado que es la ultraderecha. En el progresista, PSOE, Podemos e IU no han resuelto todavía los enredos acumulados en los pasados cuatro años.

La suerte está echada. Cerrando la Campaña, el consejero y candidato socialista Vicente Guillén fue a Alcañiz, participó en la presentación de una nueva prueba automovilística en Motorland y prometió seguir apoyando la actividad de aquellos ruinosos circuitos. Menos mal que no habló de traer la F-1. Que es el sueño... de las derechas.